Cultura

"Sofía Valencia o la Luna y seis peniques"

  • Vesperal
  • "Sofía Valencia o la Luna y seis peniques"
  • Tomás de Híjar Ornelas

La muerte es una vida vivida.

La vida es una muerte que viene.

Jorge Luis Borges

La noticia de la muerte de Sofía Valencia Luna, Presidenta del Seminario de Cultura Mexicana corresponsalía Guadalajara, este 11 de enero del 2021, se engasta en los duelos que deja a la cultura de la tierra del tequila esta interminable pandemia del covid-19, pero alienta, oh ironía, una columna in memoriam a una mujer que desde la cuna abrevó, sin embriagarse, de tres licores: Jalisco, congruencia y fe. Nacer en San Antonio de los Vázquez a mediados del siglo pasado, desbrozarse como maestra normalista larguísimo tiempo y seguir de frente por el de la política sin negar lo que hubo antes fue para Sofía su virtud y su vicio, agravado por haber sido mujer en una época todavía dura para serlo. Eso explica la adición, aquí, del título La luna y seis peniques (The Moon and Sixpence), una novela compuesta hace un siglo (1919), por el escritor británico mejor pagado del mundo –y de los más longevos–, William Somerset Maugham (1874-1965), donde recrea las peripecias de un exitoso empresario parisino (un tal Paul Gauguin), que a la edad de 38 años cambió de aires para convertirse en uno de los pintores de vanguardia y de ruptura más aclamado de todos los tiempos, a costa de su estatus, patrimonio y salud… Para mis cuentas eso fue Sofía: docencia, paciencia y decencia. Lo explico. Pasar, siendo mujer, del magisterio (con la absoluta vocación que hace un siglo le dio José Vasconcelos, el de ‘misión cultural’) a la política partidista en la última fase del sistema político mexicano, en el PRI, fue su divisa; y tirar por la borda todo lastre –en su caso no engancharse en problemas ya añejos que sólo producían problemas y no tenían remedio–, y ver a futuro para sentar las bases para el peldaño siguiente, su meta. Eso fue para Sofía la cultura, a la que arribó no con las manos vacías pero sí con la curiosidad de un niño, gracias a lo cual pudo sortear lo que para otros se reduce a una etiqueta: congruencia. En efecto, y que me corrija el que pueda, la doctora Valencia sí le dio el golpe a la cultura. A la alta y a la popular. Ni se dejó intimidar por una ni redujo a lo pintoresco otra. Y a ello hipotecó su pericia: armar procesos, abrir brechas, confiar en la cepa más antigua y confiar en el linaje humano. En eso se le fue la vida, el tiempo y no poco de su patrimonio. No siendo este el espacio ni el tiempo para quemar incienso –o copal, mejor– a quien acaba de dejarnos, sea, sí, la ocasión para honrar a una mujer que hizo de la cultura una aliada para crecer en virtud y construir bien común de propios y extraños. Descansa en paz, buena amiga.

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Queda prohibida la reproducción total o parcial del contenido de esta página, mismo que es propiedad de Notivox DIARIO, S.A. DE C.V.; su reproducción no autorizada constituye una infracción y un delito de conformidad con las leyes aplicables.
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