Cultura

Requiem por Francisco Toledo

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  • Tomás de Híjar Ornelas

Luego de José Guadalupe Posada, ningún artista mexicano ha hecho de las artes gráficas una herramienta tan eficaz para democratizar la cultura como el recién fallecido Francisco Toledo.

Aunque también incursionó con maestría en ámbitos creativos tan diversos como son la pintura, la escultura, la cerámica, los textiles y hasta la joyería, lo suyo fue retomar lo que iniciaron en el siglo XVI los dibujantes de planchas metálicas entintadas con tal de facilitar la producción en tirajes grandes de propuestas plásticas que sólo así pudieron llegar a la gente de muy poco dinero.

Desde trincheras distintas pero complementarias Posada se ocupó en iluminar los textos del editor popular Antonio Vanegas Arroyo que así llegaron a mucha gente, en tanto que a Toledo se le dio inducir a los jóvenes formados en el Instituto de Artes Gráficas de Oaxaca (Iago) a conocer y usar esta herramienta para comunicar su imaginario.

Nuestro Francisco nació de modo fortuito en la Ciudad de México en 1940 pero no tuvo nunca especial afecto para el lugar donde vino al mundo, como sí le paso, luego de una estancia muy importante en Europa y volver sobre sus pisadas, cuando eligió fundirse en el cosmos indocristiano que es la capital de sus raíces vitales.

Su formación integral como grabador le dio pleno dominio de esta técnica dejando a la posteridad una herencia que vista en retrospectiva da pie, dispensando el ripio, a las tres notas que cierran los párrafos siguientes: vivencia, demencia y congruencia.

El legado plástico de Toledo proyecta el talento de un varón que sin pizca narcisista se valió de él para enfatizar su experiencia de ser y sentir como hijo de pueblo, en la periferia del capitalismo burgués, Identificándose con los marginados a costa de granjearse el desdén y el menosprecio de los mercenarios y clientes de las exclusivas pasarelas del mundo artístico.

Y como defendió sin concesiones su singular sentido de pertenencia eso le hizo, como al autor de La Extracción de la piedra de la locura, el Bosco, tirar por la borda los convencionalismos y la sensatez, eligiendo fundir en el crisol amerindio ingredientes al parecer incompatibles: la visión de lo divino con el compromiso social comunitario, de modo que el reencuentro con el cosmos sagrado de su linaje fue para él tirar por la borda la mundanidad occidental y capitalista, adoptando sin poses las causas de su gente no desde la insumisión beligerante sino desde la particular trinchera de las artes gráficas, el soporte de un imaginario tan osado como versátil, que lo mismo apela al neofigurativismo de raíz onírica como a esa forma suya de zoomorfizar lo humano o antropomorfizar lo animal.

Fueron sus amores la naturaleza, la cultura y la dignidad humana, y los defendió de forma sistemática, de modo que al tiempo de su salida de este mundo no le sorprendió la muerte y el que nació pobre eligió morir en esas condiciones, pues cuando esto pasó ya había distribuido la totalidad de su patrimonio a favor de causas públicas y sociales. _

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Queda prohibida la reproducción total o parcial del contenido de esta página, mismo que es propiedad de Notivox DIARIO, S.A. DE C.V.; su reproducción no autorizada constituye una infracción y un delito de conformidad con las leyes aplicables.
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