Ideológicamente, mi enemistad
siempre ha sido contra el nacionalismo.
Me parece lo peor.
Manuel Felguérez
Dos marcas enlutan las artes plásticas de México y de Guadalajara con unas horas de diferencia, entre el 8 y el 9 de junio de este calamitoso año 2020, la muerte del pintor y escultor zacatecano Manuel Felguérez (Valparaíso, 1928) y la de Francisco Paco Barreda (Guadalajara, 1946).
El primero fue para México el titán del arte no figurativo en una generación de creadores plásticos que se emancipó de forma absoluta de la línea marcada por el sistema político mexicano empeñado en adornar los espacios públicos con obras –murales, principalmente–dedicadas a ensalzar sus gestas y su versión ideologizada de la historia.
Al segundo, haber anclado en la capital de Jalisco lo que siguió a esa generación de ruptura de la que formó parte Felguérez: la provocación como medio para asestar puñetazos con guante blanco al Establishment, valiéndose de esta triple fuente: las chácharas, el ingenio lúdico y la prosapia de un niño travieso y casi pícaro, que tuvo ante sí, como soporte, las galerías privadas –y su apéndice, las subastas de arte por martilleo– y las públicas, a las que convirtió en aula, liza y perspectiva inagotable. Hermanados ahora, involuntariamente, por la parca, enfaticemos aquí el punto de convergencia que les unió, aún separados como estuvieron por un abismo que ahora, fuera ambos del tiempo y del espacio, ya no lo es: una capacidad disciplinada y congruente para construir la ciudad.
Felguérez, que nació en un lugar tan remoto como la Hacienda de San Agustín del Vergel justo cuando la persecución religiosa en México había convertido su comarca, gracias a Pedro Quintanar y Aurelio, Acevedo en la trinchera de la resistencia católica al totalitarismo del gobierno callista empeñado, a punta de decretos y militarismo, a descatolizar al país, tuvo en su mejor momento, los 19 años de su vida, tres lugares que definieron su vocación artística y de ruptura: la catedral parisina de Notre Dame, la capilla Sixtina en el Vaticano y la obra reunida de William Turner en una exposición temporal en Londres, para luego, desde la Ciudad de México –sin olvidarse de la bizarra capital de su estado, a la que donó en 1998 un legado importantísimo de sus creaciones en 1998–, avituallar con arte no figurativo en cantidades enormes y sin mengua de su calidad, lugares públicos y privados.
Paco Barreda, por el contrario, habiendo nacido en la segunda ciudad en importancia de México no salió de su patria chica, pues, diría un amigo común, habiéndole dado el golpe a su condición de tapatío, prefirió romper la maldición de quienes despojan su gentilicio de la ‘t’ inicial, para revelarnos cómo sí es posible, a despecho de la vorágine capitalista que reduce a basura al caer la tarde lo que por la mañana ofertó como lo más novedoso, que todo siga siendo útil o teniendo un fin...
El premio Ciudad de Guadalajara 2020 y la exposición temporal Juguetes Rabiosos, este mismo año fueron un digno epílogo a la fructuosa vida del que quienes le conocimos a fondo recordaremos siempre con afecto, gratitud y respeto. Que Felguérez y Paco Barreda descansen en paz y su legado nos acompañe.