La menos concurrida pero más emblemática de las actividades organizadas por el colectivo #NoSonTresSomosTodxs, al cumplirse este 19 de marzo del 2019 un año de la desaparición y presunto asesinato de Javier Salomón Aceves Gastélum, Daniel Díaz y Marco Ávalos, quiens estudiaban en la Universidad de Medios Audiovisuales de Guadalajara, fue remover del retrato escultórico en bronce de fray Antonio Alcalde, apenas develado en la Rotonda de los Jaliscienses Ilustres el 5 de diciembre del 2018, en el último acto que encabezó como Gobernador de Jalisco Jorge Aristóteles Sandoval, la capa que cubría en la base y al centro de la pieza tres inscripciones que ahora pueden leerse así: “Memoria, verdad y justicia 6,503”, “Vivos los llevaron vivos los queremos” y “No son 3 somos todxs (sic)”. El acto lo dirigió el autor de la obra, Alfredo López Casanova, y participaron en él dos señoras identificadas como progenitoras de dos de los desaparecidos. Los elementos municipales de seguridad que pudieron interrumpir la maniobra no supieron qué responder a los argumentos de López Casanova, según el cual estaba en su derecho de “autografitear” su trabajo, aunque ya no era de él sino del Gobierno de Jalisco.
Comentando con el caso, Juan José Doñán me dijo con la llaneza que le es propia: “se trata de otro más de los disparates de esa Rotonda de Desfiguros”.
El motivo es simple: la obra tuvo un costo para el erario de 400 000 pesos y los jurados que la eligieron, el curador Rubén Méndez Ramos y el arquitecto y escultor José Villaseñor Ramírez, votaron a favor de una maqueta en miniatura donde no aparecían tales inscripciones.
Que el acto aspire a ser un “homenaje de solidaridad” con los desaparecidos a costa de engañar a quienes dieron su fallo desconociendo las frases “encriptadas” no honra al autor ni favorece la causa.
La gratitud al mayor benefactor que ha tenido Guadalajara a lo largo de su historia y al que ahora se honra con el Paseo dedicado a su memoria, no admite reducir una representación suya al oficio que desde hace siglos tiene en Roma el fragmento de una escultura helenística del siglo III que representa un guerrero y al que nadie sabe con precisión la causa por la que se le llama ‘il Pasquino’ (Pascuino, sería en nuestra pronunciación), en el pedestal de la cual hasta la fecha, manos anónimas suelen pegar textos satíricos en verso para hacer mofa de figuras públicas.
Desgarrador y horripilante es, nadie lo duda, que la imparable inseguridad siga haciendo de las suyas en nuestro inculcado estado de derecho, pero no menos grotesco que con un acto de esta índole se medre con dinero público y se manipule a una de las figuras más honrosas de la historia de Jalisco. El lance debe seguir su curso legal, pero también da pie al Gobierno de Jalisco para que divulgue entre la comunidad quién fue y qué hizo por ella fray Antonio Alcalde.