Desde hace una década se incorpora progresivamente una generación de nuevos medios de comunicación que tienen como característica fundamental ser nativos digitales. Juegan en espacios de alta competencia y a ritmos de tiempo real. Son innovadores, rápidos y, cuando se lo proponen, profundos, críticos e influyentes. No obstante, su mayor mérito es el uso sin complejos del principal activo del periodismo: la libertad. Para hacer contraste entre las ataduras de la libertad del siglo pasado y los tiempos actuales, recordaré que el papel con el que se imprimían los periódicos era comercializado por el monopolio de una empresa paraestatal llamada Pipsa; era un poderoso sistema de control que el internet jamás soportaría. Son libres porque nacieron en tiempos de mayor apertura y porque la tecnología no tiene sentimientos.
Usar las libertades adquiere otra dimensión. Esta superado el atrevimiento de decirle al poderoso sus verdades. El periodista digital debe exponer el contexto y la circunstancia. No tiene ya la protección discrecional de la réplica, porque ésta llegará en segundos; debe entonces tener preparada la contrarréplica.
En México son muchos los títulos de estos nuevos medios: Sin Embargo, Animal Político, La Silla Rota, Cuestione, Contralinea, Quadratín y quizá unos 100 títulos más, algunos con influencia regional y otros de temas especializados. Todos usan las plataformas digitales y las redes sociales como principal espacio de difusión. Los hay de todas las tendencias, simpatías y patrocinios pero es innegable su creciente influencia. Tienen otra ventaja: trabajan en estos medios jóvenes mejor preparados. El término “medios tradicionales” se escucha cada vez más como un proceso de jubilación del antiguo concepto de la prensa. _
Tomás Cano Montúfar