"Miamor" trabaja en un puesto de quesadillas frente a una universidad en Tula. Hace dos años se le fue "la Bestia" cuando estaba consiguiendo agua en una ciudad de la que ella desconocía su nombre y su ubicación en el mapa mexicano, pero que hoy se ha convertido en su hogar provisional.
Las quesadillas que "Miamor" prepara saben diferente, igual de buenas que las que hacen sus compañeras mexicanas, pero diferentes. Ella cocina la carne de manera distinta, lo hace como aprendió a guisarla en su natal Tegusigalpa.
Nadie sabe su nombre real, pero como ella le dice "mi amor" a todo el mundo, el estudiantado de la universidad la llama "Miamor".
Sacrificándome por mi profesión periodística, fui varias veces a comer quesadillas con ella, en espera de que aceptara contarme la historia de su viaje, pero nada. Ella dice que todo por lo que pasó desde Chiapas hasta Tula, es algo que ha borrado de su memoria, porque "de otra forma no podría seguir viviendo, mi amor".
"Para llegar al sueño americano, hay que pasar por el infierno mexicano" es una frase común entre quienes pasan por México en su tránsito migratorio indocumentado. "Miamor" dice haberse quedado en Tula para sanar un poco las heridas "para tomar aire, y algún día seguiré para el Norte".
En Tula fue bien recibida, hay una buena parte de la población enojada con el incremento de migrantes sin documentos, pero también hay un segmento poblacional que les recibe de buena gana, que les ayuda y les incluye, como la señora que le dio trabajo en el puesto de quesadillas, y ahora las y los estudiantes de la universidad.
Y de "Miamor" a Ban Ki-moon, el secretario general de la ONU dice con motivo del 18 de diciembre, Día Internacional de las Migraciones: "Reconocemos que las mujeres y las niñas representan casi la mitad de los migrantes internacionales en todo el mundo y que es necesario abordar la situación especial y la vulnerabilidad de las mujeres y las niñas migrantes mediante, entre otras cosas, la incorporación de una perspectiva de género en las políticas y el fortalecimiento de las leyes, las instituciones y los programas nacionales para combatir la violencia basada en el género, incluidas la trata de personas y la discriminación contra ellas."
Así pues, la Organización de las Naciones Unidas ha destacado el reconocimiento por parte de los países miembros de la situación de vulnerabilidad de las mujeres migrantes en todo el mundo. Nada que no se supiera, pero siempre es importante que los gobiernos reconozcan sus fallas y deudas con la sociedad, ya sean por acción u omisión, porque es un paso fundamental para que la sociedad civil les presione para que se pongan a trabajar en resarcir sus faltas.
Sobre el debate de la ilegalidad, Ban Ki-moon manifiesta que hay quienes consideran que la migración irregular es un delito, y que las personas migrantes que no tienen la documentación adecuada son un peligro para la sociedad y deben ser detenidas. Éstas y otras creencias sin fundamento llevan a la adopción de políticas migratorias inaplicables en el mejor de los casos, e incluso peligrosas.
De acuerdo con las normas internacionales de derechos humanos, toda persona, sin discriminación alguna e independientemente de su nacionalidad o condición jurídica, tiene el derecho de gozar de los derechos humanos fundamentales. No debería enviarse a ningún migrante de regreso a un lugar donde pueda sufrir tortura. Todas las mujeres migrantes deberían tener acceso a servicios de atención a la salud, incluida la salud reproductiva. Todos los niños y niñas migrantes deberían poder ir a la escuela.
Lo más importante del posicionamiento de la ONU es el recalcar que los derechos humanos no son una cuestión de caridad ni una recompensa por obedecer las leyes migratorias; son derechos inalienables de cada persona y, por ende, también de los 232 millones de migrantes internacionales y sus familiares.
Aun cuando todas las personas que migran sufren toda clase de violaciones a sus derechos humanos, las mujeres se hallan en una desventaja mayor. La organización Amnistía Internacional ha documentado el hecho de que las niñas y mujeres migrantes que viajan en tren o por zonas apartadas de México corren mayor peligro de sufrir violencia sexual a manos de bandas delictivas, traficantes de personas, otros migrantes o funcionarios corruptos.
Pese a ello, las políticas migratorias para la protección de mujeres y niñas no representan un verdadero instrumento para combatir este gran problema. En los testimonios difundidos por Amnistía Internacional, las mujeres que migran ilegalmente cuentan que, entre las cosas que no pueden faltar en su muy reducida bolsa de viaje, son pastillas o yerbas anticonceptivas, porque todas ellas saben que en el trayecto serán violadas al menos una vez, sea por bandas delincuenciales o por funcionarios migratorios de los distintos países que cruzan en su búsqueda de una "vida mejor".
@taniamezcor
FB: Tania Mezcor