Las grandes producciones no van a dejar de incluir elencos diversos simplemente por la ignorancia o, aún peor, el odio que tantas personas parecen tener respecto a ello. El elenco de Los anillos del poder, por ejemplo, se la han pasado muy mal, y narraron en el Festival de Montecarlo cómo han recibido insultos, amenazas de muerte y agresiones de todo tipo por quienes no están de acuerdo con que latinos, afrodescendientes o asiáticos interpreten roles que solo querrían ver por rubios de 2 metros.
Muchos de ellos respondieron que preferían hablar de la segunda temporada de la serie inspirada en los universos de Tolkien, pero al no poder decir mucho por la trama la pregunta regresaba y regresaba a lo mismo. Lo vimos con La Sirenita, y fue una pena mundial ver cómo tantas personas querían que fallara. Falló su odio. Fallaron los comportamientos egomaniacos. Pero la batalla es desgarradora para los actores que interpretan estos personajes. No para los ejecutivos.
Jamás he entrevistado a alguien de alguna etnia que antes no tenía una sana representación en la pantalla que no me diga: “Es que quiero que las niñas y los niños que se parecen a mí se vean a sí mismos en esas fantasías también. Que sean que el mundo es para todos”. Y sí. Aunque también sé que en la mayoría de estas producciones, así como tienen la reciente figura de “coordinador de intimidad”, también tienen terapeutas en el set, porque los especialistas saben cómo serán embestidos los actores por agresiones y preguntas que provienen de la ignorancia total. Por eso John Boyeg ha dicho que hubiese preferido seguir siendo fan de Star Wars después de tantos ataques del lado oscuro: el público.