Ya no es Oprah y ya no son los tabloides. Pero sí es Netflix y quizás, con el éxito y la controversia que su gran serie The Crown ha generado en la Gran Bretaña, Harry & Meghan, la corta serie documental que ya estrenó tres de seis capítulos en México, será particularmente observada, analizada y sin duda: criticada. ¿Y saben qué? Me parece perfecto. No por la parte horrible de la conversación que sin duda tiene matices racistas y misóginos, pero sí la historia narrada por ellos, de cómo ellos comprendieron lo que ocurría a su alrededor.
No hay que tener el menor interés por el debate de la monarquía o los juegos sociales con los que se presenta a la realeza para poder ver una historia que evitó convertirse, por lo menos eso parece y lo deseo, en una trágica historia que se repetía, porque seamos muy claros, si la prensa era voraz en los tiempos de la princesa Diana, si los paparazzi eran un peligro fatal, hoy la gran mayoría de los que tenemos un teléfono en la mano nos hemos convertido en una variante de ese monstruo por el lado que nos toca como plebeyos con redes sociales.
Pero el peso de la historia es tremendo también, y ver a Meghan tratada como se trató, en muchos modos, a Yoko Ono: acusarla y denostarla por no ser lo que se esperara y “destrozar la banda”, debe darnos pausa. ¿A qué amo servimos con nuestras conclusiones prefabricadas?
Como sea, ellos tomaron el control de su propia narrativa y le guste a quien le guste eso es admirable. Difícilmente los dejarán en paz con ello, aunque Harry admite ahí que su madre fue engañada en 1995 para dar esa famosa entrevista a Martin Bashir, asegura que lo importante es lo que dijo ahí. Esa verdad es también motor de esta historia y parte del legado.
Susana Moscatel
Twitter: @susana.moscatel
