Política

Es carísimo ser pobre

Escenas dantescas, de casas arrasadas por caudales de lodo y suciedad; los muebles, los aparatos y los sueños que se van con la corriente que han formado las tormentas. La tortura de no encontrar a familiares durante el desastre, prácticamente igual de doloroso que hallarlos inertes, sumergidos.

Despertar, después de muchos años de zozobra, con el estruendo de un cerro que se viene encima, con toneladas de roca destruyendo todo a su paso. O ya no despertar, y quedar sepultado en los escombros de lo que alguna vez fue el esfuerzo de toda una vida.

Escuchar por última vez el paso del ferrocarril, a toda velocidad, que esta vez sale de su camino y arrasa con las chabolas de lámina y cartón que se asientan a menos de dos metros de las vías.

Esa pesadilla es la potencial realidad para miles y miles de familias que habitan las laderas de la Sierra de Guadalupe, en muchos sitios de la zona oriente del Estado de México, y otras miles más que llegan día a día a asentarse en lugares de riesgo, expuestos a inundaciones, deslaves, hundimientos y descarrilamientos. Pero ahí los ha llevado la pobreza. Nadie vive en esas condiciones por su gusto, nadie recorre cotidianamente- como si fuera un divertido deporte- kilómetros de calles improvisadas inclinadas 45 grados para ir a la escuela o al irrenunciable y precario trabajo.

Sin más dinero que el necesario para sobrevivir la jornada, todas estas familias no han tenido alternativa. Los country clubs no son para ellos, sino la miseria y el engaño de defraudadores y políticos podridos, que con un timo maquillado les han prometido, los han orillado en su necesidad a sentir que por fin poseen algo.

No es de ahora. La situación de pobreza que se manifiesta en asentamientos urbanos irregulares (nombre técnico elegante para los guetos) lleva décadas, tal vez siglos. Pero nadie ha hecho por remediarla y antes bien, la miseria sale carísima. De entrada para la gente que ahí habita, esas propiedades no son gratis, también se pagaron de sus magros bolsillos esos “terrenos” de la fatalidad y la corrupción.

Es costosa para quien la padece y la paga en abonos a los coyotes; es carísima para los impuestos de todos quienes después deben solventar rescates, indemnizaciones, albergues y otros paliativos para, engañosamente, volver a estabilizar las favelas y que sigan tal cual están, reproduciendo la pobreza.

Mientras, en los carísimos country clubs, juegan golf tranquilamente cientos de personajes sin escrúpulos que se han enriquecido promoviendo, autorizando esta situación o haciéndose de la vista gorda ante la tragedia cotidiana.

Sergio Villafuerte

@villafuerte_sr


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