Abraham Lincoln lo señaló con toda claridad, “todos los hombres nacen iguales, pero es la última vez que lo son”. El libro “Las muertes que no deben ser” de Mario Luis Fuentes lo confirma. Se trata de un texto apasionante para todo aquel que tiene interés en los problemas públicos y en la búsqueda de sus soluciones.
Los primeros párrafos atrapan y desnudan ese sentido humano que muchas veces los años nos van quitando. Hace recordar que las personas no son números ni masas, cada una cuenta, cada una tiene derecho a una vida digna e igualmente a una muerte digna. Cuando hablamos de millones de pobres, hablamos de millones de casos particulares. El autor explica:
“... pretendo cuestionar la idea de que la muerte -suceso natural inevitable- es siempre resultado de la mala fortuna o de designios no terrenales. Asumo la hipótesis de que hay muertes que no debieron ocurrir cuando ocurrieron, que pudieron haberse evitado de haber existido condiciones de cumplimiento universal de los derechos humanos. (…)el desenlace mortal al que todos habremos de llegar, en cientos de miles de casos es auténticamente prematuro, pues las causas que llevan al fallecimiento son del todo prevenibles, algunas otras curables y algunas más totalmente evitables”.
Como él lo afirma, el trayecto de nuestra vida, desde el nacimiento, la conservación de la salud y el desenlace mortal al que todos habremos de llegar, es resultado de factores individuales, pero también de las estructuras de desigualdad, pobreza y violencia por las que transitamos a lo largo de la vida. Muchas de las defunciones que hoy lamentamos se pudieron haber evitado por la acción del Estado, bien mediante políticas preventivas o por la atención directa; son en este sentido, muertes prematuras.
Por contaminación atmosférica se estima que al año mueren cerca de 100 mil personas en países de ingresos bajos y medios, mientras que en países de ingresos altos mueren menos de la mitad; la diferencia: la estructura legal en unos y otros. Pero vamos más allá, una cantidad impresionante de muertes son producto de la desnutrición o de la mala alimentación. Hoy siguen muriendo cientos de miles de personas por auténticas “enfermedades de pobreza”. La salud en este país tiene un costo y no todos pueden pagarlo.
Hay muchos mexicanos muriendo antes de tiempo. _