La semana pasada escribí sobre las mujeres literatas que se vieron obligadas a publicar bajo pseudónimo, debido a la que en esos años las mujeres estábamos prácticamente excluidas de todo. Esta semana, escribo de las filósofas que fueron borradas de la historia.
La autora del libro que lleva el título de estas líneas es una filósofa argentina. María Luisa Femenías, reúne una selección de veintidós filósofas que desde la antigüedad hasta nuestros días han contribuido y contribuyen a la construcción del pensamiento y de la sociedad. El trabajo y obra de estas filósofas raramente se ha transmitido hasta nuestros días, porque se pensaba en la idea tan arraigada como arcaica, que las mujeres no eran capaces de pensar en la filosofía.
Pero la autora va mucho más allá: “No se trata simplemente de revisar el canon y añadir mujeres, es necesaria una seria revisión de las categorías conceptuales y de análisis, de criterios y temas, para que sea posible rescatar su producción, establecer sus contribuciones, sus innovaciones, examinar el estatuto epistemológico de sus obras, juzgarlas con voz propia teniendo en cuenta las luchas y contextos históricos”.
Las mujeres en la filosofía han sido más conscientemente borradas de la historia. Son menos, mucho menos conocidas que las literatas. Su trabajo se desconoce casi por completo y los textos originales seguramente han desaparecido. Y tratar de entender por qué su obra no llegó hasta nosotros para visibilizar los modos de ocultamiento o invisibilización de los que fueron objeto.
Las filósofas desafiaron la idea de inferioridad, de incapacidad y de dependientes a que fueron destinadas las mujeres durante siglos, abrigaron el binomio de filosofía y literatura para constituirse como “sujeto intelectual mujer”, “… alejándose de definiciones peyorativas, descalificaciones edificantes, e inferiorizaciones científicas”.
La historia del siglo XX comenzó a referir nombres y trabajos de muchas filósofas y fue hasta entonces que se pensó en ellas. “Incluso, en los periodos más adversos debido a la censura pública, muchas de ellas teorizaron en diarios íntimos o epístolas como el espacio que les permitía construir un yo narrativo y posicionarse críticamente ante su situación y ante sí mismas”.
Escribamos para que nunca, ni una más, sea eliminada de la historia.
Sara S. Pozos Bravo