¿Qué te llevó a dedicarte a la prensa deportiva y dejar de lado (por ahora) los reportajes de investigación y las coberturas en zonas hostiles del planeta? ¿No crees que demeritas tu carrera?
Preguntas que me han hecho numerosas veces y que hoy me tienen reflexionándolas sabiendo que el futbol es la mejor brújula para navegar entre tantas sociopatías existentes.
Escrito más simple. Descubrí desde mi primera cobertura en Irak cuando apenas tenía 26 (hoy, ya 42) que una pelota conectaba los mundos que en la vida cotidiana parecen imposibles de reunir. Somos tan apegados a nuestros equipos y al fervor por los colores que los estadios o una cancha urbana son los únicos lugares donde encontramos todos los estratos sociales y a su vez unifican un crisol de conductas inigualables.
El futbol (como concepto, equipo o polémica) me salvó la vida en Medio Oriente y me reunió con las FARC. Me consiguió las entrevistas más complejas con el crimen organizado mexicano, secuestradores, asesinos y a su vez me abrió los círculos empresariales y políticos más exclusivos.
¿Sabes por qué? Cuando discutes de futbol proyectas una igualdad que rápidamente se transforma en empatía. Y ojo, porque puedes discrepar en la conclusión, pero al ponerte a la altura de la otra persona generas un respeto que a futuro te dará frutos.
Sean personales o profesionales; los beneficios de inculcar el respeto en la otra persona (o público) me han demostrado que todos los tipos de periodismo son iguales y por eso sonrío cuando quieren demeritar uno u otro. Si eres sincero contigo mismo y del otro lado lo perciben; exponenciarás un impacto orgánico casi imposible de lograr bajo otras circunstancias.
Simple ¿no? A veces nos ahogamos en vanidades queriendo aparentar lo que no somos y eso termina costándonos la historia, la credibilidad o hasta la vida.
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