Manuel Buendía es figura central en la vida de un grupo de periodistas y comunicólogos que egresamos de la Facultad de Ciencias Políticas y Sociales en los años 80 y que tomamos su Taller de Prácticas Periodísticas, tanto en sus oficinas de la calle Nápoles como en Insurgentes, a un lado del estacionamiento donde ocurrió el crimen.
Su asesinato el 30 de mayo de 1984 nos sacudió brutalmente. Nos habíamos acercado tanto a él que nos invitó, en compañía de Virgilio Caballero, a un par de restaurantes en la Zona Rosa y la Anzures cuando aún éramos muy incipientes periodistas.
La familiaridad con los temas vinculados a la CIA, los Tecos de la Universidad Autónoma de Guadalajara, la derecha que él situaba representada en el PAN, ciertos empresarios que él acusaba de carecer de nacionalismo, las sospechas de traición respecto de líderes de la revolución nicaragüense, especialmente relacionados con el Comandante Cero, eran centro de las conversaciones de la época.
¿La homosexualidad delpresidente, tema de Estado,puede estar relacionada con su asesinato?
Cuerpo.....
De su generosidad a toda prueba con los más jóvenes de sus alumnos dio muestra múltiple en aquella pequeña oficina donde cabíamos apiñados siete compañeros. Ayudó en necesidad económica y en situaciones que requerían la intervención de un abogado, por ejemplo, ante el inminente desalojo de la madre de uno de ellos.
Afortunadamente, y en contraste con otros maestros, la mayoría con decenas de alumnos en la UNAM, su tutoría era individual, precisa e implacable: “si de la planta baja al piso estuviera la escala del 0 al 10 de la calificación, usted tendría que caer por la ventana y atravesar el piso para que obtuviera la justa para usted”, soltó a alguien que eventualmente no superó ese taller.
Esa generación era crítica con todo. Hasta con los textos del mejor maestro de periodismo que hubiera podido alguien desear en la UNAM de aquella época.
La columna del 14 de mayo de 1984, citada en el excelente trabajo documental de Manuel Alcalá, Red Privada: ¿Quién mató a Manuel Buendía?, y que planteaba la probable responsabilidad de servidores públicos presumiblemente encubridores de narcotraficantes fue cuestionada por los primerizos: nos preguntamos, por qué habría omitido mencionar de una buena vez a los presuntos responsables si él era precisamente el columnista número uno del país.
Concluíamos arrogantes, días antes de la tragedia, que el profesor Buendía estaba en apertura de fuentes de información colaterales o simplemente blofeaba respecto de sus datos concretos.
En esos días me hice una pregunta, después de saber, a través de una conversación con un integrante de su equipo, que entre los archivos desaparecidos luego del 30 de mayo estaba el de “Besitos Calientes”. ¿Podría convertirse la homosexualidad del presidente, vista entonces como una característica inaceptable en un mandatario, en un tema de Estado que pudiera relacionarse con el asesinato, en vez de la teoría del gobierno estadounidense como responsable, o de la inteligencia política mexicana que debía encubrir la localización de las pistas clandestinas usadas por narcotraficantes?
Probablemente, nunca sabremos la verdad. _
*Consejero presidente del Consejo Ciudadano para la Seguridad y Justicia de Ciudad de México
Salvador Guerrero Chiprés
@guerrerochipres