Narcolaboratorios de lo social. Cocinas de la economía informal. Oscuras habitaciones sicarias para el desempleo. Escondrijos de la generación de capital criminal. Células de disputa en la batalla de territorios de mercadeo. Laboratorio de violencia y sociedad alterna.
Este año y medio es oportunidad del nacimiento de otra visión.
Casas destartaladas, viejos camiones rodantes y habitaciones desigualmente iluminadas dentro de inmuebles descuidados en barrios marginales fueron sede de los 539 narcolaboratorios que en un trienio y hasta 2022 registraron en cinco entidades estadunidenses las autoridades del vecino del norte.
Son también la sede de una mistificación: el narcotráfico está impulsado fundamentalmente “por la codicia y el poder”, como si no estuviera conectado con el hábito de consumo de la población de millones de adictos de Estados Unidos.
Es una aportación periodística el reportaje de Laura Sánchez Ley, sobre los narcolaboratorios encontrados en número de quince por cada mes, presentado ayer por MILENIO. El contexto informativo es el de un afinado trabajo de esta casa editorial sistemáticamente dedicado a informar de uno de los fenómenos más relevantes de la interacción entre México y Estados Unidos. Genera oportunidad para recordar un enfoque central con matices alternativos para situar la variable estadunidense de la demanda.
La producción, distribución y destrucción de drogas ilícitas, ilustrado por el titular Breaking Bad, ocurrió en narcolaboratorios donde células del enorme proceso de generación de narcóticos y de acumulación originaria del capital narco nacen y mueren mientras se fortalece el sistema que los explica.
Mientras el juicio de Género García Luna no fascina a la prensa estadounidense y mantiene con una curiosidad media a la opinión pública mexicana; mientras existe omisión o desinterés por preguntarse cuándo conoceremos a un capo activo estadounidense menor a 70 años detenido y sujeto a juicio en el país más consumidor del mundo; mientras no resolvemos situar conceptualmente con precisión la relevancia trascendente de la socioeconomía del narco mexicano, advertimos datos que parecen inquietantes.
Tenemos menos datos y precisiones que la idea de que en México se destruyen 30 narcolaboratorios anuales: una sexta parte de los que se reportó en la pieza periodística de referencia y para una población casi dos veces mayor que la mexicana.
Ayer la jefa de Gobierno, Claudia Sheinbaum, compartía su expectativa inicial el 6 de diciembre de 2018 en el Gabinete de Seguridad de CdMx: “teníamos 10 homicidios diarios en el primer día, pensamos que era imposible lo que hemos logrado”. Los homicidios diarios en la capital nacional se redujeron a 1.8. Antes de esta administración no se había visibilizado operativamente a organismos delictivos de alta peligrosidad; no se habían descubierto centros de producción de cocaína y metanfetamina y tampoco se tenía colaboración, honestidad básica y un equipo de inteligencia y operación policial como el que hace a la policía y a la PDI de CdMx las mejores del país.
Existe ya el potencial de un Breaking good.
Salvador Guerrero Chiprés
@guerrerochipres