Neli nació en un municipio al sur de Veracruz. La casa donde se crió era una habitación de paredes de madera y techo de palma. En las noches, temía que el techo cayera sobre ella mientras dormía. No había puerta y para protegerse de los animales silvestres, tapaban la entrada con un tanque de gas.
Además, en la escuela fue discriminada por su situación económica y el color de su piel. A la carencia económica y la marginación se sumó la violencia. Su padre era alcohólico. En una casa tan pequeña, sin lugar donde refugiarse, Neli tuvo que presenciar muchas veces cómo golpeaban a su madre.
“Él visitó esa casa” cuenta Neli; se refiere a Alex, el tratante que la explotó sexualmente en La Merced. Lo conoció cuando tenía 19 años y él, aunque ella no lo sabía, 44. Y Alex vio en esa casa garantía de que su futura víctima no tenía a quién pedir ayuda, que estaba sola.
¿Alguien podría culpar a Neli por querer creer en las promesas de amor y bienestar que Alex le hacía? No, fue una traición enorme a las ilusiones legítimas de una jovencita cuyo derecho a una vida digna jamás había sido respetado.
Ya en la Ciudad de México, él le dijo que estaba pasando por una situación económica complicada y que necesitaba su ayuda. Para obtener capital y cumplir su sueño de abrir un restaurante, debía prostituirse. Todo era mentira, pero Neli fue manipulada y amenazada hasta que cedió.
Durante un mes fue explotada sexualmente en La Merced. “La Merced es un lugar horrible. En el callejón de Santo Tomás, éramos como entre 40 y 50 mujeres y yo diría que cerca de 90 por ciento eran víctimas, porque eran muy jóvenes, de provincia o porque yo escuchaba cómo discutían con sus padrotes”, relata.
“Todas éramos obligadas a dar vueltas en un círculo grande, los hombres estaban alrededor y ellos nos escogían”, recuerda Neli. Los clientes eran de todo tipo: jóvenes y viejos, estudiantes y trabajadores, muchos de ellos sucios y violentos. Cuando le preguntaban por qué estaba allí, respondía, como le habían indicado, que estaba reuniendo dinero para estudiar. “Solo estaré aquí tres meses”, pero eso tampoco era cierto, no sabía qué iba a ser de ella, qué le haría el tratante.
Decenas de niñas y mujeres desaparecen semana tras semana en nuestro país. Muchas son víctimas de trata con fines de explotación sexual: son ellas quienes, en una ciudad donde nadie las conoce, esperan todas las noches a los explotadores finales, a los clientes, para cubrir la cuota que les permita salvar su vida un día más. Son ellas las explotadas que nadie, por temor o ignorancia, quiere mirar, mucho menos ayudar.
¿Sobrevivir a la trata? Pocas lo consiguen. Estimamos que solo el 2 por ciento logra escapar o es rescatada. ¿Y después? ¿Cómo reconstruir una vida? Es por ello que nuestro llamado a los gobernantes y legisladores es CERO TOLERANCIA ante este delito.
Sobrevivir a cualquier tipo de violencia producto de la desigualdad de género es un acto que re-quiere una enorme voluntad y, casi siempre, redes de solidaridad. Es decir, no es cuestión solo de que la mujer violentada tenga la fuerza para superar lo sucedido, sino que cuente también con personas que la ayuden emocional o materialmente. La resiliencia de una víctima no depende únicamente de sus propias actitudes y aptitudes, también está en función de si es escuchada, amada y apoyada por otros.
Es éste el llamado al que acudimos y al que queremos invitar a todos: el llamado de la solidaridad.
El Día Internacional de la Mujer tiene como objetivo crear conciencia sobre los retos que enfrentamos para alcanzar la equidad de género, pero la concientización no está completa si no origina acciones concretas.
Hay una deuda con millones de mujeres, especialmente con aquellas que pertenecen a los sectores más vulnerables. Y el primer paso para solidarizarnos con ellas es comprender que si bien a todos nos lastima la desigualdad de género, ésta nos daña de formas y grados diferentes.
No escogemos las circunstancias en las que llegamos al mundo, pero sí que hacemos con ellas. Por ello, la solidaridad es un deber para aquellos que sin haber hecho mérito alguno para obtenerlo, hemos tenido mayores oportunidades. Ayudar entonces es un acto de justicia, no de bondad. Es, como dicen con sabiduría los judíos, una forma de traer equilibrio a este mundo.
En ese sentido, hay que comprender que la trata de personas con fines de explotación sexual es consecuencia de un sistema social, económico y cultural de desigualdades que crea explotados y explotadores, mercancía y clientes. Y por lo tanto, hacerle justicia a las víctimas implica reconocer y combatir dichas desigualdades.
Eso fue lo que buscamos con Neli.
Neli fue rescatada en un operativo de la PGJDF. La procuraduría la canalizó a un refugio especia-lizado donde inició su proceso de reintegración. Fundación Camino a Casa, la familia Villar y Reintegra U.S. la apoyaron durante años para que pudiera cumplir sus dos sueños más grandes: graduarse de la licenciatura en administración y abrir su primer negocio.
Quienes hemos estado involucrados en su reintegración hemos apostado a un modelo a largo plazo que ningún gobierno del mundo provee a las víctimas de trata. Y aunque es obligación del gobierno proteger y asistir a las víctimas, decidimos no depender de programas gubernamentales, pues solo así podemos exigir acciones y no vender convicciones.
En estos años hemos construido un modelo que comprende qué hay detrás de una víctima: no es suficiente una atención psicológica por unos cuantos meses, si la víctima al volver a su comunidad, se encuentra igual de vulnerable.
En ese sentido, la historia de Neli es una historia real que nos habla de una mujer de carne y hueso, con fortalezas y fragilidades, cuya tenacidad para salir adelante se ha complementado con el apoyo y el cariño de personas solidarias. Es la historia sí de una mujer increíble, pero es también una historia construida gracias al compromiso de muchos.
Admiramos a Neli porque ella comprende que nuestras vidas no pueden ser egoístas, que son urgentes la fraternidad y la sororidad: “Mi comunidad en Veracruz es muy pobre y si yo comienzo a hacer algo, después voy a poder ayudarlos a ellos. La idea es tener en el futuro un grupo empresarial y que sea la comunidad quien nos provea de las materias primas”. Pese a haber sido discriminada en su lugar de origen, Neli desea contribuir al desarrollo de la región, pues sabe que combatir la pobreza la marginación y la violencia evitará que más jóvenes puedan ser engañadas por tratantes.
Hay una enorme labor humanitaria pendiente en nuestro país y realizarla nos corresponde a todos. Mira a tu alrededor y verás que quienes necesitan nuestro apoyo están más cerca de lo que creemos.
¿Entonces, cómo conmemorar el Día Internacional de la Mujer? Con la acción concreta de la solidaridad. Con el compromiso de saldar esa deuda pendiente con las mujeres, como Neli que no han visto a la equidad de género materializarse.
¿Qué puedes hacer tú? Súmate. Puedes ayudar a Neli y a otras jóvenes a cumplir su sueño donando en reintegra.org.
Te invitamos también a unirte a Un billón de pie, la campaña internacional creada por Eve Ensler para solidarizar a las mujeres de todo el mundo con su género. Organiza un baile en tu escuela, oficina o colonia y esparce un mensaje de alegría y empoderamiento femenino. Información en onebillionrising.org o @UnBillonDePie.
Todos podemos denunciar trata al 018005533000 o en unidoshacemosladiferencia.com.
Twitter: @rosiorozco
*Presidenta de la Comisión Unidos contra la Trata AC.