A un joven futbolista no se le pueden adjudicar necesariamente las cualidades morales, digamos, de un cura diocesano ni la sabiduría de un viejo filósofo. Ha habido personajes muy ilustrados y sensibles en el universo del balompié, hay que decirlo: me viene a la mente, para mayores señas, la figura de Éric Cantona, jugador francés que tuvo a bien soltarle una patada voladora a un aficionado majadero que lo importunaba en las gradas del Selhurst Park. Fue en un partido del Manchester United –equipo al que el internacional galo se había incorporado a solicitud expresa de Sir Alex Ferguson luego de haber militado en el Leeds United— contra el Crystal Palace.
Luego de este episodio, años después, Cantona soltó una declaración que habría que inscribir con letras de oro en el altar de la incorrección política, distinguidos y refinados lectores: «Me arrepiento de una cosa... me hubiera gustado patearlo aún más fuerte». Estuvo inhabilitado nueve meses el futbolista por haber perpetrado un acto tan descomedido, por no hablar del año entero que lo habían apartado de la selección francesa al haber insultado a Henri Michel, el director técnico.
Pues bien, no ha sido mero sarcasmo de este escribidor incluir a Cantona en el exclusivo club de los «ilustrados y sensibles del balompié». Porque, miren, habiendo ya dejado atrás ese pasado de tan sabrosas transgresiones (por cierto, el hooligan al que le asestó el puntapié le había espetado «vuélvete a Francia con tu p... madre, bastardo» cuando se dirigía al vestuario tras una expulsión) el francés incursionó en el mundo cinematográfico y hasta fue coproductor de un filme del gran cineasta Ken Loach. Pero, sobre todo, se convirtió en un activista social que prestó inclusive su vivienda marsellesa para servir de albergue a los refugiados de la guerra en Siria.
Mucho más ejemplar y sin tacha alguna es la carrera de Andoni Zubizarreta, el gran guardameta vasco, un hombre culto cercano al mundo de la literatura (lector de Heinrich Böll, entre otros autores) y amante de la música clásica cuya disposición a promover el balompié lo ha llevado no sólo a impartir globalmente conferencias y a participar en talleres de iniciación sino, en su condición de poseedor de una buena pluma, a escribir notables artículos en el gran diario El País.
En otras esferas se mueven, con perdón, sujetos como el mentado Cata Domínguez y otros, u otras, futbolistas de doña Liga MX, cuyos procederes y conductas no sólo serían una exhibición de dudosos gustos musicales, lo cual sería lo de menos (o no tanto), sino de una muy grosera insensibilidad en lo que toca al horror cotidiano que estamos viviendo en este país. A ver si se enteran, si son tan amables, que los delincuentes no son materia de entretenimiento sino unos sangrientos canallas, sembradores de muerte y dolor.
Román Revueltas Retes,