Umberto Eco [1932-2016] redactó un panegírico al más famoso de los panfletos: Manifiesto del Partido Comunista, de Marx y Engels, publicado en 1848. Este escrito subversivo habla de un fantasma revolucionario que recorrió, y sigue recorriendo, Europa y todo el mundo. Eco sostiene que es “un texto formidable, que alterna tonos apocalípticos e ironía, lemas eficaces y explicaciones claras, y [si realmente la sociedad capitalista quiere vengarse de las molestias que estas páginas no muy numerosas le han causado] tendría hoy que analizarse religiosamente en las escuelas publicitarias. Comienza con un formidable golpe de timbal, como la Quinta Sinfonía de Beethoven: «Un fantasma recorre Europa» [no olvidemos que estamos todavía cerca del florecimiento prerromántico y romántico de la novela gótica, y los espectros son entidades que hay que tomarse en serio]. Sigue justo después una historia a vuelo de águila de las luchas sociales, desde la antigua Roma hasta el nacimiento y desarrollo de la burguesía, y las páginas dedicadas a las conquistas de esta nueva clase «revolucionaria» constituyen su poema fundador… El Manifiesto permanece como una obra maestra de oratoria política”.
En el Manifiesto, Marx y Engels también inician el primer capítulo con otro golpe de timbal: “Toda la historia de la sociedad humana, hasta la actualidad, es una historia de luchas de clases”. Se refieren a la historia de la sociedad dividida en clases sociales. Afirman que: “La burguesía desgarró los velos emotivos y sentimentales que envolvían la familia y puso al desnudo la realidad económica de las relaciones familiares”. Aducen que la burguesía y sus epígonos acusan a los comunistas de destruir la familia: “¡Abolición de la familia! Al hablar de estas intenciones satánicas de los comunistas, hasta los más radicales gritan escándalo. Pero veamos: ¿en qué se funda la familia actual, la familia burguesa? En el capital, en el lucro privado. Sólo la burguesía tiene una familia, en el pleno sentido de la palabra; y esta familia encuentra su complemento en la carencia forzosa de relaciones familiares de los proletarios y en la pública prostitución... Pero es, dicen, que pretendemos destruir la intimidad de la familia, suplantando la educación doméstica por la social ¿Acaso vuestra propia educación no está también influida por la sociedad, por las condiciones sociales en que se desarrolla, por la intromisión más o menos directa en ella de la sociedad a través de la escuela, etcétera? No son precisamente los comunistas los que inventan esa intromisión de la sociedad en la educación; lo que ellos hacen es modificar el carácter que hoy tiene y sustraer la educación a la influencia de la clase dominante. Esos tópicos burgueses de la familia y la educación, de la intimidad de las relaciones entre padres e hijos, son tanto más grotescos y descarados cuanto más la gran industria va desgarrando los lazos familiares de los proletarios y convirtiendo a los hijos en simples mercancías y meros instrumentos de trabajo”.
En efecto, si algo ha venido destruyendo lenta o aceleradamente a la llamada “familia tradicional” es el propio desarrollo histórico del capital. El desgarramiento familiar es resultado directo o indirecto de la economía capitalista. La descomposición o degradación de la familia, su profunda crisis, obedece a cuestiones sociales muy complejas pero cuyo fundamento reside en las relaciones económicas: las relaciones sociales de producción entre el capital mismo y el trabajo asalariado, es decir, la explotación del proletariado por la burguesía. Por ejemplo, la incorporación de la mujer, la mujer de la familia proletaria, al mundo del trabajo, cual sea la forma de incorporarse, es una manera de desligarla sutil o abruptamente del espacio familiar, del reducto íntimo de las relaciones familiares. La madre deja de tener el tiempo necesario para compartir las necesarias relaciones afectivas con sus hijos y la posibilidad de educarles y cultivarles ciertos valores ético-morales.
La crisis de la familia “moderna”, es decir la familia burguesa, incluida en esta categoría la familia proletaria, es tan antigua como los orígenes del desarrollo capitalista. El concepto de “familia tradicional” es una idea arquetípica, pues desde hace siglos existen diversidad de estructuras y formas de organización o núcleos familiares correspondientes a las grandes formaciones históricas sociales. Las mutaciones familiares tienen su origen especialmente en las transformaciones económicas, por lo que los cambios socioculturales en dichas estructuras hunden sus raíces en los modos de producción de la existencia material y espiritual humana. La diversidad familiar hoy día corresponde a la complejidad de la sociedad actual con todas sus contradicciones y conflictos, lo cual significa que debemos reconocer en primer lugar la naturaleza de la heterogeneidad y la desigualdad social, de las mayorías y minorías. En tal sentido, reconocer el derecho legítimo de aquellas minorías en sus relaciones familiares que no corresponden a un modelo idealizado de núcleo familiar. Solamente la ideología dominante, su pensamiento único, sus formas ideológicas religiosas dogmáticas y autoritarias, pretende tener una visión unidimensional de la naturaleza humana. La jerarquía eclesiástica católica trata de imponer unívocamente una idea manipulada de “familia tradicional” acorde a sus intereses ideológicos y políticos, totalmente ajenos al respeto y la tolerancia de la diversidad humana; adoleciendo de una visión totalitaria de lo formación societal que incluye la educación, lo jurídico, lo cultural y lo político, como si estuviésemos en una sociedad feudal en el que reina el dogma de fe y la manipulación, la enajenación fanática, fundamentalista, del creyente: la religión como opio del pueblo.