“Mientras la atención siga enfocada en mí, estoy seguro que todo estará bien”: así comienza John Mulaney su último especial de comedia ‘Baby J’, donde narra cómo sus amigos organizaron una intervención y a partir de ahí recuenta sus hazañas para comprar cocaína y opiáceos en Nueva York.
Pero antes, en los setenta salió Network (Llamada ‘Poder que mata’ en México), dirigida por Sidney Lumet y escrita por Paddy Chayefskyi. Es sobre los enjuagues internos y externos de un emporio de comunicación, y en medio hay un presentador, Howard Beale, una estrella que sufre una crisis maníaca en vivo y anuncia que va a suicidarse en la siguiente emisión, pero en lugar de ser hospitalizado le producen un programa como si fuera un predicador y al final de cada capítulo, se desploma en el piso. Todos se entregan a gritos.
El medio capitaliza sus arranques y le dan un espacio prime time donde la gente, la mayoría jóvenes, lo escuchan vociferar delirantes verdades y lo idolatran como si fuera predicador.
Como que algunos días, sobre todo los lunes de abril, estamos a dos suspiros del meltdown.
No lo quise mencionar en los primeros párrafos, lo que representa Ricardo O’Farrill es un grano de arena en la playa. El hombre que se quiebra y nosotros como audiencia es ya una fórmula o estereotipo, y Joaquín Phoenix sería el avatar perfecto.
“No lo entenderías?” El Guasón es el epítome de sanidad si lo comparamos con su personaje en Beau tiene miedo y Ari Aster con la misma dosis de Alejandro González Iñárritu de expiación a través de una obra cinematográfica, que no es queja, pero tampoco alabanza.
Puede ser la depre post pandemia o la cruda del #MeToo o el refrito del refrito de El Resplandor, pero el cliché del hombre que omite terapia y trastoca todo a su paso es un caos de los tiempos y a veces, como se lee en el cosmos del meme:“yo soy ese”.
La crisis del comediante me abrió de tajo un reflejo oscuro y cuando me encuentre fumando en pijama frente a la tele con videos de los Talking Heads me preguntaré: “¿todo bien, papito hermoso?”, en busca de cualquier alacrán.
Sin embargo, no todas las crisis emocionales conllevan clasismo y la comedia mexicana tendrá que redefinirse y quién hubiera pensado, que el punto de inflexión vendría bajo el brillo de unas botas Yves Saint Laurent.
Lo bueno que leer a José Agustín me introdujo a los mantras: “soy una hoja suelta flotando en un río de agua Topo Chico”, o mejor recurrir a Howard Beale en el último lunes de abril:
“Estoy desquiciado y no voy a soportarlo más”.
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