Política

¿Y si el pueblo es conservador?

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“El pueblo” es una categoría elusiva, difusa, poco aprehensible. Se supone que comprende a las mayorías, pero en una sociedad compleja, como la nuestra, es difícil establecer una frontera: ¿son, por ejemplo, las clases medias parte del pueblo? ¿o el pueblo son solamente los más pobres, los que dependen de los programas sociales para sobrevivir? Y, en ese caso ¿hasta dónde llega esa definición? ¿podemos incluir a los mini empresarios que luchan todos los días por sobrevivir vendiendo algo? ¿o dado que se dedican a una actividad privada y no reciben ayuda del gobierno, deben clasificarse en una categoría aparte?

Ahora bien, la autollamada 4T, según las encuestas, recibe el apoyo de por lo menos una parte de las clases medias. Sin embargo, normalmente, dichas clases han sido catalogadas como conservadoras. Lo cual significa que, de ser el caso, por lo menos esa parte del pueblo lo sería. Pero, además, si examinamos los resultados de la mayoría de las encuestas, resulta que quienes suelen tener posturas más conservadoras suelen ser las clases bajas, aquellas que tienen menor educación, las que dependen más de la ayuda del gobierno para sobrevivir, las que son más fácilmente manipuladas.

Prácticamente cualquier encuesta sobre cuestiones sociales, no solo en México sino en cualquier parte del mundo, mostrará que los más pobres son más conservadores. Las clases marginadas en nuestro país tienen mayor presencia en el medio rural y los valores más conservadores suelen provenir del campo, no de las ciudades, como regla general.

El populismo dice apoyarse en el pueblo y acostumbra privilegiar los valores tradicionales, versus los modernos, representados por las élites urbanas. Pero resulta que los valores tradicionales suelen ser también, por la misma razón, los más conservadores. Por ejemplo, todo lo que tiene que ver con el papel de la mujer; en las sociedades rurales las mujeres cumplen roles específicos de maternidad y cuidado de la casa, mientras que el rol de los hombres es el de ser proveedores y dominadores. Pueden decidir la venta de sus hijas o simplemente que no vayan a la escuela. Y todo se puede justificar por los famosos “usos y costumbres”.

Que el presidente de la República haya decidido defender ese modelo, significa que, en el fondo, se alinea con esas posiciones conservadoras. El pueblo, con el que él se identifica, no es el pueblo modernizante, revolucionario y vanguardista de la izquierda, sino el pueblo tradicional, xenófobo, homófobo, resentido y, si lo dejan, hasta vengativo. Quienes se aprovechan de sus votos para gobernar en nombre de ellos, aunque sea a sus espaldas, pueden incluso no compartir su visión tradicionalista, aunque al final, dicha perspectiva suele permear incluso a quienes gobiernan.

“El pueblo”, ese ente ficticio que justifica la toma del poder y su control sin contrapesos, no es revolucionario. Y cuando transforma, suele hacerlo pensando en el pasado, más que en el futuro. No nos extrañemos entonces de las afinidades electivas que se establecen con algunos liderazgos. Pero tampoco nos confundamos. Eso no es ni liberal ni progresista. Es una confluencia conservadora.

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Roberto Blancarte
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Queda prohibida la reproducción total o parcial del contenido de esta página, mismo que es propiedad de Notivox DIARIO, S.A. DE C.V.; su reproducción no autorizada constituye una infracción y un delito de conformidad con las leyes aplicables.
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