Por lo que hasta el momento se ha hecho público de la vasta cantidad de información de la Secretaría de la Defensa Nacional que quedó comprometida tras la reciente vulneración a la seguridad de los sistemas informáticos de la dependencia (contenida en seis terabytes que equivalen, de acuerdo con El Financiero, entre otras, a un millón quinientas mil fotografías o tres mil horas de video, o bien, a 39 millones de páginas de documentos digitales); hoy sabemos más acerca del estado de salud del presidente de la República, Andrés Manuel López Obrador, así como detalles puntuales de una serie de comunicaciones que revelan preocupantes tensiones entre los mandos militares. En efecto, el ocultamiento de información relacionada tanto con el estado de salud del gobernante como de la condición de debilidad del gobierno mismo, resulta una práctica preocupante en sí misma. Y aunque todavía está por verse cuánto más de esa vasta información se dará a conocer; lo cierto es que este hecho evidencia las condiciones de debilidad que mantiene México respecto a una autentica cultura en materia de ciberseguridad.
La dimensión del problema hasta ahora refiere a un 60 por ciento de entidades gubernamentales que han sufrido ataques en sus sistemas informáticos, a causa principalmente de una reducción de la inversión en ciberseguridad (Mural, 1 de octubre). Sin embargo, también valdría la pena conocer de los esfuerzos e inversión que las empresas en particular y el sector privado en general, dedican a esta materia para dimensionar la magnitud del problema al que nos enfrentamos hoy los mexicanos.
Ivabelle Arroyo ha sido una de las muchas voces que han advertido la variedad del problema que impone el espacio virtual: “…hay que sumarle los delitos cibernéticos. La vigilancia gubernamental. El espionaje no gubernamental. La pornografía infantil. Los sitios de Internet oscuro. La venta de datos personales. Los ataques a las instituciones bancarias y organizaciones gubernamentales. La injerencia externa en los procesos políticos internos, el cyberbullying, los hackeos a Pemex y el cibercafé de don Pepe en Azcapotzalco. Le puedo seguir” (El Economista, 22 de julio de 2021).
Roberto Arias