Luego de conocer los resultados preliminares de las elecciones celebradas este domingo en Coahuila y Estado de México, es previsible que los decibeles del ruido político que ha marcado la conversación pública de tiempo atrás, alcanzarán sus niveles máximos para persuadirnos, desde ahora, sobre una sola idea: el partido del presidente ya tiene asegurado el triunfo entre el encrespado mar de probabilidades en los resultados electorales que arrojarán las urnas a las que estamos citados los ciudadanos el próximo año.
Aún más, ante la crudeza de la realidad que padecen hoy no pocos ciudadanos y que ha propiciado una elevación de la exigencia social a los gobiernos en turno, por resultados en materia de seguridad y justicia más tangibles y palpables en su vida cotidiana, inevitablemente las legítimas exigencias sociales han terminado mezclándose con el ruido político con el indeseado resultado de ensordecernos e insensibilizarnos ante el dolor de las víctimas.
¿Cómo responder frente a esta mezcla de sonidos ensordecedores?, pareciera ser la cuestión que mueve a no pocos ciudadanos a tomar algún tipo de acción y manifestarse por todos los medios a su alcance, con el indeseado como infructuoso resultado que termina por contribuir al ensordecimiento colectivo frente al dolor humano. Quizás valdría la pena replantearnos la pregunta desde el silencio que nos sitúe en una mejor posición para responder al entorno.
Tal replanteamiento sólo es posible alcanzarlo desde el ámbito de nuestra libertad interior y desde ahí, comenzar a resolver nuestros dilemas existenciales a través de esa personalísima respuesta que nos conduce a la indispensable toma de conciencia de nuestra visceral conmoción que abona a nuestra empatía frente al dolor humano, sin perder la cabeza que, invariablemente, nos conducirá por la vía del juicioso raciocinio a comprender y calcular las consecuencias de nuestros probables comportamientos.
Si asumimos por criterio optar por el comportamiento que siempre cause el menor daño posible al prójimo, habremos comenzado desde ahora a forjar las reglas de convivencia que cimenten nuestra seguridad y dejar de lado la falsa ilusión de la elección.
