La degradación de nuestra vida parlamentaria no podría ir peor. Apenas el martes el presidente del Senado, Gerardo Fernández Noroña, declaró que no sentía tener ninguna obligación personal para ser austero.
Al parecer ninguna otra obligación le atañe, destacadamente la de evitar la deshonra que se ha apoderado del Congreso mexicano por una conducción envilecida.
El último minuto de su presidencia concluyó imitando al resto de su mandato: en un lastimoso zafarrancho.
No carga él con toda la responsabilidad porque también fue protagonista de la escena patética el senador Alejandro Moreno, porro al que, desde sus épocas como líder universitario en Campeche, se le ha dado mejor el puñetazo que el argumento.
Las y los legisladores recién habían terminado de cantar a capela el Himno Nacional —a tal punto tan desentonados que bien merecerían ser acusados de traición a la patria— cuando Moreno se aproximó a Fernández Noroña para hacerle un reclamo.
Fue este último quien reaccionó en primera instancia con una aproximación física violenta.
¿Qué fue lo que Moreno reprochó al presidente del Senado?
Que, en vez de cumplir con la orden del día aprobada previamente por la Mesa Directiva, hubiese cerrado el micrófono a las últimas intervenciones de los grupos parlamentarios, abusando del peso de la mayoría para imponer su voluntad.
Fue entonces cuando Fernández Noroña tomó con brusquedad el brazo de Moreno.
La sangre siempre caliente de Alito, el peor líder que el PRI haya tenido en su historia, lo hizo defenderse con un empujón. Luego vino otro del presidente de la Cámara alta, después el primer golpe, el segundo, un intento de huida y otro senador cobarde que golpeó por la espalda a Fernández Noroña.
Todo esto mientras se escuchaba la palabra “derrotados”, coreada con gozo por las voces del partido gobernante.
La escena da vergüenza, provoca indignación, merece repudio absoluto. Estas personas no pueden seguir siendo quienes hablan por el pueblo mexicano. Su degradación no es la nuestra y por muchas razones ambos deberían ser apartados de la historia parlamentaria.
Zoom: Este zafarrancho es una fotografía precisa del estado de descomposición en el que se encuentra el país porque sus políticos no asumen la responsabilidad personal que tienen de cuidar a la República.