Política

El '#MeToo' más allá de Weinstein

Harvey se benefició de los pocos testimonios que sirvieron para acusarlo. AP
Harvey se benefició de los pocos testimonios que sirvieron para acusarlo. AP

Podría ser que no todos los hombres sepamos quién es Harvey Weinstein, pero sería prácticamente imposible encontrar alguno que ignore qué es el #MeToo. Ese movimiento surgido en 2017 obligó al sexo masculino a comprender de una manera distinta nuestro entorno y a nosotros mismos.

No importa de qué lado del movimiento se sitúe cada quien, entre los hombres, tanto quienes lo detestan como quienes le defienden, compartimos una misma reacción: le tememos al #MeToo.

La sanción íntima, privada, social, pública y política que puede significar en nuestra vida ser señalados por las voces de este movimiento ha obligado a un cambio radical de conducta.

No hay nada en el futuro que pueda echar atrás las manecillas del reloj. El #MeToo elevó los costos para la violencia machista y estos no descenderán por más que algunos así se lo propongan.

Digo esto porque el jueves me sorprendió el titular del periódico El Financiero que con pésimo sentido editorial propuso: “Harvey Weinstein derrota a  #MeToo: Tribunal de Nueva York anula condena”.

Desde el punto de vista histórico es cierto que ese movimiento puso su primera piedra a partir de la denuncia que más de cien mujeres hicieron en contra de este productor estadounidense de cine. Sin importar cuánta relevancia quiera darse a la sentencia que el máximo tribunal de apelación de Nueva York emitió este jueves, resulta exagerado asumir que esa decisión reduce a un movimiento cuyos logros rebasaron hace mucho el caso Weinstein.

Antes de revisar los argumentos jurídicos, ciertamente interesantes, tiene sentido precisar las causas promovidas por el #MeToo, cuya vigencia está lejos de haber prescrito.

Este movimiento nace como una respuesta coral para romper el silencio cómplice que hombres y mujeres sostenemos a la hora de asegurar un orden asimétrico, jerárquico y violento que permite perpetuar situaciones denigrantes, principalmente de índole sexual.

El punto de partida de este movimiento es que dicha violencia no puede ser combatida por medios tradicionales. Para derrocar una cultura patriarcal tan fuertemente arraigada se necesita de valores y aproximaciones alternativos y también de instituciones muy distintas a las dominantes.

 El #MeToo es por tanto uno de los movimientos más ambiciosos de nuestra generación, ya que no pretende abordar ni transformar hechos aislados de violencia o injusticia, sino toda una forma de ser que durante demasiados siglos ha permitido reproducir denigración y maltrato fundamentalmente hacia las mujeres.

El elemento coral no debe pasar desapercibido porque ha sido herramienta principal del #MeToo. Se asume con razón que la fractura del silencio no puede lograse con la voz de una sola denunciante. Para que el patrón de abuso realmente sea derrotado se requiere de la primera persona del plural, de un nosotras (y nosotros) que eleve al máximo las consecuencias que habrá de enfrentar cualquiera que continúe reproduciendo las prácticas combatidas.

Puesto en estos términos, el titular de El Financiero se revela no solo falso sino también alineado a ese régimen patriarcal que algunos aún añoran. Las causas del #MeToo no van a desfondarse por una mera resolución judicial, aun si ésta tiene que ver con el personaje cuya violencia sirvió para detonar la movilización.

¿Qué fue lo que realmente sucedió en el tribunal de Nueva York? El pleno de esa sala está integrado por siete personas, cuatro mujeres y tres hombres. Una mayoría de cuatro venció a las otras tres magistraturas con el argumento de que la fiscalía había armado un caso judicial endeble contra Weinstein y, sin embargo, en 2020,el imputado fue injustamente sentenciado como culpable.

Jodi Kantor, reportera del New York Times, publicó el día de ayer una columna que ayuda a comprender el fondo de la discusión. Ella coincide en la fragilidad sobre la que se construyó la acusación. Esto no quiere decir que no hubiera suficientes denuncias en contra de Weinstein, pero fueron pocos los testimonios que sirvieron para acusar a este productor de cine. Según Kantor, la fiscalía habría podido llenar la sala con una centena de mujeres dispuestas a confirmar los abusos de Weinstein. No obstante, noventa y ocho de ellas no cumplían con el perfil para subirse al estrado en calidad de testigos.

Si bien muchas aseguran que sufrieron acoso sexual por parte de este sujeto, en Nueva York esta práctica no está sancionada por la ley penal, sino por la civil. Por tanto, tales acusaciones no pudieron encontrar cauce en la denuncia presentada por el fiscal.

Otros de los casos de violencia ocurrieron fuera del estado de Nueva York, así que debían ser juzgados en tribunales de otras entidades, tal como ocurrió con las denuncias de California. Tampoco pudieron sumarse hechos ocurridos tiempo atrás y que por tanto habían prescrito.

Al final solo dos mujeres ocuparon el asiento de la parte acusadora. Ambas aseguraron haberse sentido forzadas por Weinstein para sostener relaciones sexuales. Aunque en los dos casos quedó también claro que en algún momento tales relaciones fueron mutuamente consentidas.

Este tema es complicado porque si bien para las personas que viven la intimidad es posible distinguir, cada vez, cuándo el sexo ocurrió por consenso y cuándo por coacción, tales hechos son difíciles de discernir para la mirada exterior.

A partir de este contexto tan complicado es que la fiscalía decidió recurrir al coro de voces, propio del #MeToo, para que otros testimonios —no relacionados directamente con las imputaciones presentadas ante el juez— sirvieran a la hora de demostrar que el comportamiento machista de Weinstein era una práctica recurrente.

El problema fue que esos testimonios corales son contrarios a los principios que tradicionalmente dan certeza en el derecho penal, como aquel que establece que el acusado únicamente puede ser sentenciado por los hechos que le han sido imputados.

En la revisión que hizo el tribunal de Nueva York, una mayoría de personas magistradas determinó que el juicio en primera instancia contra Harvey Weinstein había sido injusto. Esta resolución, sin embargo, está lejos de ser una derrota para el #MeToo. En todo caso lo será para la manera como los tribunales deben atender fenómenos nuevos o, como implica este caso, la forma como han de ser juzgados hechos viejos que las sociedades nuevas no están dispuestas a tolerar. 


Google news logo
Síguenos en
Ricardo Raphael
  • Ricardo Raphael
  • Es columnista en el Notivox Diario, y otros medios nacionales e internacionales, Es autor, entre otros textos, de la novela Hijo de la Guerra, de los ensayos La institución ciudadana y Mirreynato, de la biografía periodística Los Socios de Elba Esther, de la crónica de viaje El Otro México y del manual de investigación Periodismo Urgente. / Escribe todos los lunes, jueves y sábado su columna Política zoom
Queda prohibida la reproducción total o parcial del contenido de esta página, mismo que es propiedad de Notivox DIARIO, S.A. DE C.V.; su reproducción no autorizada constituye una infracción y un delito de conformidad con las leyes aplicables.
Queda prohibida la reproducción total o parcial del contenido de esta página, mismo que es propiedad de Notivox DIARIO, S.A. DE C.V.; su reproducción no autorizada constituye una infracción y un delito de conformidad con las leyes aplicables.