“Tápate criatura, que te vas a enfermar…”, se escucha siempre que se avecina la tormenta. De repente, llega lo inevitable y la criatura que simuló atender a lo que se le dijo, siguió jugando, se mojó y enfermó. Su bienestar dependerá de la fortaleza de sus defensas para resistir los embates de la enfermedad y ver si se le tiene que suministrar té, pastillas o de plano el doloroso remedio de unas inyecciones.
México podría ser esa criatura a la que se le dijo que se protegiera para no enfermarse y hoy que se aproxima la tormenta, hay que ver cómo andan sus defensas para contener los embates de un coronavirus (covid19), el cual ya hizo ver su suerte a otros países con verdaderos escenarios de tragedia.
En salud, basta con recordar qué es ir al IMSS a tramitar una cita, acceder a medicamentos o equipos para atender enfermedades crónicas ¿hasta dónde resistirán 1.4 camas por cada mil habitantes o un ventilador para cada 13 mil, en una población de 130 millones de personas?
En justicia laboral, con los cientos de miles de empleos que dejarán de existir, muchos de ellos buscarán en algún momento convertirse en demandas laborales ¿hasta dónde resistirá la incipiente justicia laboral ante un tsunami de demandas?
En seguridad, cuando solamente se denuncia uno de cada 10 delitos ¿hasta dónde resistirá la procuración de justicia si de repente la ciudadanía decide denunciar todos los delitos que probablemente incrementarán ante esta crisis?
En inversión privada, que equivale a 19% del PIB ¿hasta dónde resistirán las empresas que no tienen reservas para soportar la falta de apoyos? O en finanzas públicas ¿hasta dónde resistirá un presupuesto que se vislumbra cada vez más lejano a sus estimaciones de ingresos petroleros y tributarios?
Hace apenas unos días parecía que la conciencia mexicana traía un chip de “actúa normal, como si nada pasara, vete a la playa, a la calle y haz fiestas”. Hoy, para tirios y troyanos, no hay duda de que el país se encuentra en una encrucijada de la que será verdaderamente difícil salir bien librados.
Esta pandemia ha dejado ya al mundo sin algunos personajes históricos en los ámbitos artístico, deportivo, político o empresarial. Pero sin dudas ocasionará millones de pacientes y aunque eso en ningún escenario será culpa de México, sí lo será su capacidad de respuesta a la emergencia con medidas estratégicas en servicios de salud, justicia laboral, apoyo empresarial, procuración de justicia, finanzas públicas y una no menos importante, la transparencia y rendición de cuentas a partir de datos reales, no atípicos, que legitimen lo que la ciudadanía escucha todos los días y contrasta con lo que pasa en el resto del mundo.
El Estado está para generar orden, no caos. Los políticos van y vienen y saben que no son inmortales, vaya que lo ha mostrado la historia en todas latitudes. Así que esta crisis no puede ni debe ser motivo para echar a andar la fábrica de enfermedad, pobreza, quiebras e injusticias para que después llegue algún paladín improvisado, visceral, sin visión, guión ni soluciones, que contribuya al deterioro de las defensas de este país al que se le podrá decir, sin reparo alguno, que una pandemia que avisa no traiciona y como consecuencia, habrá que soportar un doloroso remedio.
* Abogado especialista en análisis de políticas públicas en materia de justicia y estado de derecho