En “La autopista del sur”, Julio Cortázar relata un inusitado embotellamiento de fin de semana entre una localidad y París, Francia, el cual poco a poco se prolongó en el tiempo al grado de durar varios días. La situación obligó a las personas salir de sus automóviles y socializar con desconocidos. Surgieron espontáneas manifestaciones de la vida en comunidad, motivadas por ese momento de crisis. Cuando la gente comenzó a experimentar necesidades de salud, alimentos, atención a adultos mayores o dirimir conflictos personales, también surgieron varios liderazgos que buscaban atender la situación. Aunque también hubo quien se aventuró a decir que él solo podría controlar la crisis y, en consecuencia, su situación no acabó en los mejores términos.
Hubo muertos, suicidios, romances y una constante desinformación. Nadie sabía realmente qué era lo que estaba sucediendo. Que si se trataba de un choque, una volcadura, hasta la caída de un de un avión. Un día, el embotellamiento comenzó a disiparse y las personas, todas identificadas por el nombre de su auto, retomaron su papel de perfectos desconocidos ajenos a una crisis que acababan de pasar y se fueron.
Hoy México se encuentra ante una crisis pandémica sin precedentes, en la que muchas personas viven un inusitado embotellamiento de ingobernabilidad, ya de varios meses, en el que no ven avances en su salud, economía, seguridad, trabajo, negocio, justicia y, algo no menos importante, no cuentan con información clara que impida nublar la vista de una ciudadanía ávida por saber lo que realmente está sucediendo. Ante el desamparo de sentirse varados sin apoyos (no dádivas), para reactivar al país, muchas personas se han visto en la necesidad de, como en el cuento, organizarse para sortear la crisis por su cuenta.
Cortázar dejó en esa lectura mensajes que hoy vienen como anillo al dedo a México para entender mejor los momentos de crisis. Primero, que es imposible que una sola persona pueda con todas las decisiones. Segundo, que es fundamental contar con información clara y con evidencia para legitimar las decisiones que se tomen; no basta con improvisaciones porque hoy, más que otra época, con redes sociales y la inmediatez de la noticia, es cuestión de tiempo para que propios y extraños verifiquen si lo que se hace es correcto. Y tercera, que el individualismo impide a la gente ver hacia los lados todo lo que se puede lograr como comunidad. A la pandemia le falta rato, pero ojalá que cuando pase, la gente no regrese a su lugar de perfecto desconocido y más bien se aproveche la sinergia colectiva (más privada que pública) que se ha generado.
* Abogado especialista en análisis de políticas públicas en materia de justicia y estado de derecho.