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Quería ser más bella; un charlatán acabó con su vida

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  • Raúl Martínez

Son muchos los casos donde jóvenes mujeres que por querer ser más bellas mediante una figura esbelta y atractiva, buscan en la cirugía la solución de sus deseos estéticos.

Obviamente que muchas han logrado su objetivo, quizá porque fueron precavidas en escoger e investigar al cirujano que refinó sus cuerpos para ser más encantadoras.

Sin embargo, otras damas que también deseaban mejorar su cuerpo no tuvieron esa precaución y se dejaron llevar por la publicidad del médico que les prometió un cambio radical en su apariencia.

A veces los resultados son funestos. Las prótesis en su caso, son de mala calidad o las cicatrizaciones dejaron huellas visibles y a veces espantosas, y eso en el mejor de los casos.

En los peores, muchas han perdido la vida en la operación o en la convalecencia y jamás supieron que el médico en el que tanto confiaron, era en realidad un charlatán sin los conocimientos, la especialización y las certificaciones que les exigen a todos los cirujanos plásticos.

El caso más reciente sucedió apenas el pasado 15 de mayo, cuando Karla, de 36 años, murió horas después de practicarle una liposucción en un consultorio de la colonia San Jerónimo.

Las investigaciones arrojaron que el médico que la operó era pediatra y no tenía ninguna certificación que le permitiera el ejercicio de la cirugía plástica.

Pero la muerte causada por este tipo de charlatanes no ha sido la única. Son muchos los falsos cirujanos plásticos que, en lugar de usar el bisturí para mejorar la vida de sus pacientes, se las quitaron.

Como fue el caso de la licenciada en Comunicación, Leticia Rodríguez, quien era una joven amable, simpática e inteligente, y que por su profesionalismo, en poco tiempo logró escalar varios puestos en los medios de comunicación de Monterrey.

En la década pasada, Leticia fue coordinadora de Comunicación en el grupo legislativo del PRI en el Congreso del Estado con Felipe Enríquez.

También fue enlace del ex secretario de Estado, Ildefonso Guajardo, en ese tiempo también diputado local y quien la apreciaba mucho, no solo por su entrega en el trabajo, sino por su don de gente.

En el 2009, Leticia no solo se encontraba en su plenitud como profesionista, sino también como mujer.

Leticia vivía en la colonia Rincón de la Primavera, al sur de la ciudad, con su familia. Con la que convivía más era con su hermana Julieta, también comunicóloga.

Sin duda que Leticia era una mujer exitosa, bien se podía decir que a sus 37 años todo lo tenía: buen empleo, una camioneta del año y vestía con elegancia y distinción.

De pronto le surgió la idea de mejorar algunas áreas de su cuerpo, como lo hacen miles de mujeres en el mundo, por lo que se dio a la tarea de buscar un cirujano plástico.

En Monterrey había muchos. Ella sabía que mujeres de todas partes llegaban a la ciudad para operarse. Se alegró por saber que su sueño de resaltar aún más su belleza, estaba al alcance de su mano.

Leticia emocionada habló con el cirujano que alguien le recomendó y le expuso sus pretensiones estéticas.

El médico que sabía cautivar a sus pacientes, le hizo un mapa corporal y le prometió que la dejaría deslumbrante.

Sería una liposucción y otros arreglos más en su cuerpo y rostro, por lo que convinieron el costo, que Leticia pagó por adelantado y fijaron la fecha para las cirugías.

Como era el mes de diciembre, Leticia disfrutó de las fiestas navideñas y al iniciar el año 2008 pidió sus vacaciones.

El 8 de enero se puso en manos del cirujano, quien al iniciar la operación le dijo: “Mírese porque cuando despierte ni usted se va a reconocer”. Leticia sonrió.

Se realizó la liposucción, pero a las pocas horas cuando Leticia aún estaba bajo los efectos de la anestesia, extrañamente el médico pidió a sus familiares que se la llevaran a su casa para que estuviera más confortable.

Los familiares de Leticia acataron la orden del médico, pero horas después ya en casa, Leticia comenzó a sentirse mal. Trataron de hablar con el cirujano. Ya no contestó.

Leticia empezó a desangrarse, y atormentada por insoportables dolores, murió a sus 38 años. Su error fue haber caído en las manos de un charlatán.

El irresponsable médico huyó al enterarse del hecho. La Policía lo buscó sin éxito. Todos quienes conocían a Leticia lloraron su muerte.

Su jefe, Ildefonso Guardo, al conocer la fatal noticia de su asistente se estremeció y prometió que detendrían al responsable, pero pasaron las semanas, los meses y los años y no se volvió a hablar del tema.

Por desgracia, es lamentable que año con año estos charlatanes sigan causando muertes de muchas personas, hombres y mujeres, que contratan sus servicios creyendo que son expertos.

Han pasado 11 años y nadie sabe si se hizo justicia por la muerte de Leticia Rodríguez, pero es bueno saber que después de este tiempo, su familia y sus amigos la recuerdan con afecto y con la dulzura que ella siempre transmitió en su trato.

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Queda prohibida la reproducción total o parcial del contenido de esta página, mismo que es propiedad de Notivox DIARIO, S.A. DE C.V.; su reproducción no autorizada constituye una infracción y un delito de conformidad con las leyes aplicables.
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