Sociedad

Al amor eterno no lo separa la muerte

  • Historias negras
  • Al amor eterno no lo separa la muerte
  • Raúl Martínez

Dicen que el amor eterno existe y así será el de Blanca Angélica Hernández Romero y Joaquín Antonio Concha Moreno, quienes vivieron en pareja durante más de 40 años, hasta que la muerte separó sus cuerpos, pero no sus almas.

Él de 76 años y ella de 75, formaban una pareja feliz y aunque ambos eran de la tercera edad, se veían saludables, pero sobre todo muy unidos, al grado de que siempre caminaban juntos para hacer sus compras cotidianas sin ningún esfuerzo ni diferencia personal.

El jueves 21 de marzo no fue la excepción y a temprana hora se dirigieron a las oficinas del Inapam para realizar los trámites de adultos mayores y obtener su tarjeta de descuentos, sin saber que sería el último día que estarían juntos sobre la Tierra.

Cuando regresaban a su casa ubicada en la colonia Buenos Aires y apoyándose mutuamente, bajaron del camión y tomados del brazo, con pasos lentos y tranquilos caminaron hacia el cruce de la avenida Chapultepec y Revolución.

Pero en el momento que bajaron de la banqueta fueron impactados por el costado de la caja de un tráiler, provocando la caída de ambos sobre el asfalto.

Aturdida por el golpe, Blanca Angélica se miró tirada a mitad de la calle y cuando trató de reincorporarse escuchó un grito de dolor y observó a escasos centímetros que las llantas traseras del vehículo de carga pasaban sobre el cuerpo de su amado esposo.

La escena fue por demás indescriptible: la muerte instantánea de su compañero de vida la dejó en shock, sentada sobre el asfalto de la avenida, como si cuidara el cuerpo de Joaquín Antonio; no podía moverse, ni gritar porque el impacto la dejó paralizada.

Mientras la gente comenzó a arremolinarse alrededor de las víctimas para ayudar a la sobreviviente, el chofer responsable, en vez de afrontar la realidad, aceleró más su pesada unidad y emprendió la huida, pero un automovilista lo siguió y pudo anotar el número de las placas.

En el sitio de la tragedia, Blanca Angélica seguía inmóvil, sentada sobre el asfalto y con los ojos bañados de lágrimas su mente divagaba entre la realidad y la confusión. No podía creer la escena que la envolvía, se negaba a aceptar que el cuerpo destrozado y muy cerca de ella, fuera el del hombre que tanto amara, de su inseparable compañero que vivió y murió como hubiera querido: junto a ella.

Y así la encontraron los paramédicos de una ambulancia que llegó a prestar auxilio… pero solo pudieron cubrir el cuerpo del anciano muerto con una sábana, mientras ella seguía ahí, con la mirada perdida en el infinito.

Nadie supo si rezaba o reclamaba a Dios por qué no les había concedido la dicha de morir juntos, pero no encontraría respuesta alguna a tantas preguntas porque solo respondía la penosa realidad.

Para Blanca Angélica, aunque su esposo no esté presente, seguirá viviendo a su lado en esencia, porque a cada momento no solo ella, sino también quienes lo conocieron, evocan al buen Joaquín Antonio

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Queda prohibida la reproducción total o parcial del contenido de esta página, mismo que es propiedad de Notivox DIARIO, S.A. DE C.V.; su reproducción no autorizada constituye una infracción y un delito de conformidad con las leyes aplicables.
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