El huracán Otis golpeó brutalmente a Acapulco hace ya ocho días, con un saldo fatal de 46 personas fallecidas y de 58 desaparecidos. Para algunos parecieran pocos, ante la magnitud de la destrucción vista.
Ya hay lecciones que aprender, sobre todo en la prevención y la atención de la emergencia, a pesar de que en México hemos sufrido 255 desastres naturales en los últimos 40 años
Hay que invertir más en monitorear huracanes en el Pacifico mexicano, con boyas de temperatura y aviones caza huracanes. Lo mismo hay que hacer con sensores para alarmas sísmicas que nos den valiosos segundo para buscar un resguardo. Carecer de información oportuna o minimizarla nos cuesta muy caro en vidas y en daños.
Hay que eficientar los sistemas y protocolos de advertencia para que la mayoría de la población se entere de los riesgos potenciales. Se deben de utilizar todos los medios al alcance, radio, tv, celular, redes. Un twitt del presidente tres horas antes no sirvió de mucho para tomar providencias de lo que se venía.
Ante un ciclón o huracán, se tendría que desplegar previamente personal suficiente y capacitado en zonas cercanas al lugar del impacto; las Fuerzas Armadas saben cómo hacerlo, lo han hecho antes, para una intervención oportuna de auxilio a la población y para brindarle seguridad. Y no llegar cuando ya no hay nada que cuidar, porque ya se robaron todo.
Son lecciones dolorosas que hay aplicar en la prevención y atención de la emergencia, que hoy pasaron por la incapacidad, la incompetencia o hasta negligencia de quienes tienen esa responsabilidad en el gobierno federal, estatal y municipal.
Ahora viene la etapa de la reconstrucción, el Plan General de Reconstrucción y Apoyo a los Afectados de Otis tiene aciertos y contempla un monto inicial de 61 mil millones de pesos. Esperemos que su implementación sea eficiente, oportuno y honesto. Urge un trabajo en conjunto y solidarios entre gobiernos, iniciativa privada y sociedad civil.
Dejemos las bravatas mañaneras y el oportunismo político de todos. Hagamos una pausa a las revanchas. La prioridad debe ser atender a los afectados, recuperar los negocios, los hoteles y recuperarlos empleos. Levantar Acapulco necesita de todos.