La falta de agua y la sequía en el país es un desafío de proporciones alarmantes, con repercusiones no solo la disponibilidad de agua para el consumo humano, sino también la seguridad alimentaria, el desarrollo económico y el equilibrio ecológico. El reporte de la Conagua del bajo nivel de agua en presas y cuerpos de agua, exige una respuesta inmediata y coordinada.
Estados clave por su concentración de población, su actividad agrícola e industrial presentan críticos niveles en sus presas. En Guanajuato, de nueve presas principales, cuatro están prácticamente secas, El Papalote, Las Peñuelitas, Yuriria y La Soledad. En Sinaloa, el estado con mayor producción agrícola, de sus once presas principales, como El Varejonal, El Mahoné, Sanalona, El Sabino, Guamuchil, Bacurato, La Elota no acumulan ni el 10% de su capacidad. En León ya se aplican tandeos en 180 colonias.
En Sonora, de nueve de sus presas principales, cinco están prácticamente secas, El Molinito, Santa Teresa, Punta de agua, Mocozari y Abelardo Rodríguez. Las otras no acumulan ni el 20% de su capacidad. Igual de alarmante está Querétaro, donde tres de sus siete presas principales están completamente secas: La Llave, la Venta y El centenario. Y el Tepozán e Hidalgo con 2% y 7% de agua. Una tragedia. El gobernador Kuri declaró la emergencia hídrica y emitió un acuerdo, para garantizar primero el abasto mínimo de 50 litros diarios por persona.
Otra entidad afectada es Michoacán, donde 10 de sus principales presas y cuerpos de agua, están a menos del 30% de su capacidad.
En Jalisco las diez presas más importantes, se encuentran operando a niveles inferiores a su capacidad total. El lago de Chapala, una fuente vital de agua para la ZMG, estáa solo al 38% de su capacidad total disponible.
Ante esta crisis, es indispensable implementar medidas urgentes para gestionar de manera más eficiente el agua para el uso cotidiano y en la agricultura, tratarla y reutilizarla
Es crucial involucrar a todos, gobiernos locales, sociedad civil, el sector privado y la academia, en un diálogo abierto y colaborativo. Solo a través de un enfoque integral y coordinado podremos garantizar la seguridad hídrica y el bienestar de las generaciones presentes y futuras en el estado.