Una de las más bellas páginas de la literatura fantástica, la encontramos en Mesopotamia, en Babilonia, en las estepas del Asia menor entre los ríos Tigris y Éufrates lo que en la actualidad se le conoce como Irak; en donde aún se habla la lengua de Cristo el arameo. Cuna de la civilización occidental, fue trascendente la influencia recibida de la cultura acacia/sumeria, asirio/caldea y asirio babilónica. La fertilidad de la tierra, su abundante vegetación propiciada por el baño fresco de las aguas de los célebres afluentes y caudales de sus ríos, propició además de la invasión constante de tribus bárbaras, la proliferación de hatos de ganado caprino, bovino, equino y vacuno entre los que se encontraba el Taurus primigenius. El toro con todo su esplendor y majestuosa presencia, se transformó en símbolo de lo sacro, representante de lo religioso y presencia de lo divino. Indispensable en la celebración de rituales de sacrificio, de caza y de fiesta. Del Museo Británico de Londres, en donde permanecen las 12 tablas, las mismas, que fueron sustraídas de la biblioteca personal de Asurbanipal, rey asirio [669/626] antes de nuestra era, en Nínive; se debe el conocimiento del poema de Gilgamesh. Mitad real y mitad mitológico, fue al parecer un rey que vivió hacía los 3000 años antes de nuestra era, en la ciudad de Uruk transformándose con el tiempo en un ser fantástico que amaba a su pueblo y a la vez lo vejaba, cansada la población de su tiranía, pidieron a su madre la diosa Aruru pusiera un remedio, para lo cual, creó, con el barro que solía trabajar, a Enkidu, un ser maravilloso de larga cabellera y gran musculatura, que liberó a los animales de las trampas de los cazadores, “tuve un sueño-dijo Gilgamesh a su madre- soñé que reñía con un toro, lo abrazaba pero me era imposible sujetarlo, la gente se arremolinó y besaba sus pies”, después, se presentó en forma de un hacha de dos filos por la cual Gilgamesh experimenta un afecto como el que se otorga a una esposa, la recoge y la pone a su lado lo que pronto despertó la curiosidad de Gilgamesh. Proponiéndose conocerle. Para lo cual se valió de las artes de una prostituta, la misma que sedujo a Enkidu convenciéndole de acompañarle hasta Gilgamesh, De entrada riñeron hasta forjar una hermanable amistad después, Isnah quien era una diosa sumeria, se enamoró de Enkidu quien la desdeñó arrojando a su rostro los genitales del toro Khumbaba que junto a Gilgamesh acababa de matar. Isthar, dio a beber una pócima a Enkidu. lo que le ocasionó la muerte. Gilgamesh se sintió frustrado por la irreparable pérdida de su amigo, quiso descender a las profundidades del inframundo, suplicando al dios Uatanapishtin, le diera el don de la inmortalidad, recibiendo de éste, severa reprimenda a causa de su soberbia, Pero Enkidu emergió de la profundidad del oscuro sitio, conminando a su amigo a que encontrara la resignación.
El Toro en el Poema de Gilgamesh
- Umbral
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Ramón Macías Mora
Jalisco /