No voy a escribir que me ha sorprendido esta incursión de Murayama en el mundo de la literatura, pero sí me ha sorprendido. Esta primera novela es al mismo tiempo la historia de una pasión y un relato político, un amor desdichado y una esperanza rota. Estas dos tramas se unen hasta confundirse a través de su tema central: la hermandad de El Diablo y El Gallo, dos jóvenes estudiantes de la UNAM a los que la vida une con sus sueños y una mujer, Adela Abreu, que gana para él uno de ellos y el otro la pierde para siempre.
Puedo narrar el inicio sin vender la trama. A las diez de la noche de un día del año de 2006, un féretro subió a la capilla del tercer piso de los velatorios del Issste de San Fernando, al sur de la Ciudad de México. El ataúd trae el cuerpo del Diablo, ejecutado de un tiro en la nuca y hallado en Chalco un día después de su asesinato. Su inseparable amigo, El Gallo y Adela Abreu, su pareja, montan una guardia, la guardia del dolor y la desgracia.
Así empieza Infamia, con una muerte física y otra muerte simbólica: la ilusión de la militancia, del trabajo político, de los partidos de la izquierda. Murayama dialoga con esa trama y lo hace con la pasión de un novelista. Este es uno de los asuntos que celebro en esta historia: el temperamento, sin temperamento no hay novela.
El viaje es largo y encierra grandes, tristes fracasos: Nicaragua y la promesa sandinista, Cuba y la decepción de la dictadura, la política universitaria y la traición, la deslealtad, la transa; España y la ETA, el gobierno de la izquierda en la Ciudad de México y la red de corruptelas que descubre El Diablo, lo cual le costará la vida. Por cierto, los dos capítulos de Cuba y el de la España en pleito con su unidad son simplemente notables.
Hay algo más, y no es un asunto menor: he repasado y no encuentro otra novela que cuente los años que narra Infamia. Por eso contacta muy rápido con el lector, por su audacia original.
Infamia es una buena noticia de la narrativa mexicana en su genuino llamado a discutir a la izquierda con sus realidades y sus mentiras, sus fracasos y no pocas veces, es verdad, sus logros. Les aseguro que no soltarán esta triste historia de amores desaforados.