La Selección Mexicana de Futbol que dirige Gerardo Martino es la única que ganó sus dos primeros partidos en el Octagonal clasificatorio al Mundial de Qatar en 2022.
Solo el representativo de Panamá, su rival de media semana, se ha situado cerca, con un empate y un triunfo. El gran rival, los Estados Unidos, apenas ha podido lograr dos empates.
Pero las críticas a la dirección de Martino y al desempeño, sobre todo en ofensiva, del equipo nacional pululan en los medios especializados y en las redes de los principales analistas y expertos.
Me parece adecuado que esto se registre así. El paso perfecto en puntos no debe llevarnos a aplaudir en automático un accionar endeble y raquítico. Los comentarios en los que se evidencian las fallas ante el arco enemigo de jugadores como Roberto Alvarado o Rogelio Funes Mori, deben de ser asumidos con autocrítica.
La única manera que tiene la Selección Nacional de eliminar las críticas es jugando mejor, con mayor precisión, intensidad y, sobre todo, concentración.
Ahora, también hay que decirlo claro y fuerte: en una eliminatoria mundialista lo más importante es sumar de a tres y ganar los partidos casi casi como se pueda.
¿Qué dirían los críticos de Martino y compañía si el equipo jugara exquisito, pero no ganara?
Seguro habría quienes estarían exigiendo su despido fulminante.
Sin dejar de lado las fallas individuales en estos dos primeros partidos y el hecho de que elementos como Funes Mori fueron reclutados para dar mejores resultados, es verdad también que la Selección Mexicana de Futbol enfrenta una transición generacional obligada.
No es un capricho de Martino confiar en elementos jóvenes en puestos medulares y en rol de titulares. No le ha quedado de otra. Esto también debe de ser considerado a su favor. Lo que van a crecer jugadores como Romo, Sánchez, Córdova, por mencionar a algunos, resultará muy valioso.
Rafael Ocampo