El casi agónico triunfo ante el representativo de Panamá no debería en automático representar la permanencia de Gerardo Martino como entrenador de la Selección Mexicana de Futbol.
Es cierto que con el 1-0, el equipo nacional se reafirmó en el tercer lugar de la tabla clasificatoria (empatado en puntos con los Estados Unidos, que por mejor diferencia de goles marchan en segundo). Eso es verdad.
También es verídico que le ganaron anoche al rival que les pisaba los talones y ahora mantienen una diferencia de cuatro unidades. Eso genera un poco de tranquilidad de cara a los duelos que vienen.
Pero jugando de la forma tan pobre en la que los dirigidos por Martino lo vienen haciendo (sin atractivo, sin poderío, sin efectividad real), están más cerca de meterse nuevamente en problemas que en encontrar una solución definitiva y clasificar al Mundial de Qatar con claridad.
La próxima jornada en la eliminatoria será la última y será triple: el 24 de marzo contra los Estados Unidos, en el Azteca; el 27 de marzo ante Honduras, de visita y el 30 de marzo contra El Salvador, nuevamente en el Azteca.
Hay tiempo para analizar la remoción de un entrenador que todo indica ya dio lo mejor que tiene. El equipo requiere mejor dirección estratégica y táctica, pero también una motivación y carácter que no manifiesta. Debe darse tiempo quien decida en la Federación Mexicana de Futbol y ver opciones concretas que, de entrada, garanticen ganar esos 9 puntos restantes.
Así, con lo que vimos anoche, ganando de última hora con un penalti de marcación bastante cuestionable, no veo cómo se vaya a transitar esta recta final con la tranquilidad que todo mundo desea.
Nada se le debe a Martino. Aunque resulte apresurado para algunos, ya vimos lo suficiente como para también entender que si se pasa al Mundial con él al frente, difícilmente vamos a ver una versión del Tri a la que hemos visto en esta eliminatoria. Y con eso no va a alcanzar para mucho.
Rafael Ocampo
