El ex presidente Felipe Calderón Hinojosa dijo el domingo que renunciaba al Partido Acción Nacional (PAN), en tanto la Comisión Organizadora de la elección de dirigente nacional del instituto político daba como ganador al ex diputado federal Marko Cortés.
No es asunto menor lo que se vive en el PAN, porque se trata de un activo que alcanzó el cargo de elección popular más alto que el militante de un partido aspira a lograr.
A ello se agrega que Vicente Fox Quesada, el primero de los únicos dos panistas que han logrado ser Presidente de México, se decantó por aspirantes presidenciales diferentes a su filiación en las últimas dos elecciones.
El PAN se encuentra sumido en una profunda crisis existencial, eso sin duda. Del partido que se enorgullecía de sus procesos internos del pasado llenos de democracia, hoy es todo lo contrario.
Del instituto integrado por hombres y mujeres que reprochaban la simulación democrática del entonces partido hegemónico, el PRI, y por lo tanto ganaron la confianza de organizaciones de la sociedad hartas de ser representadas por los mismos amigos, compadres, socios… del primer priista del país en turno vía dedazo, hoy quedan ruinas.
Apenas haces unos meses recibió un duro revés al perder la elección presidencial, luego de dos años de generar altas expectativas con triunfos en gubernaturas; luego del primer domingo de julio, la situación actual y por venir parece no ser distinta.
Por lo que se ve, al interior de Acción Nacional no existe la autocrítica, ni se nota le hayan bajado dos rayitas a su egoísmo y actitud de ser un partido de cuates en vez de uno incluyente que privilegie lo mejor para la institución y no para los que tiene el control.
El PAN no quiere experimentar en cabeza propia lo que vive actualmente su ex aliado en la reciente elección presidencial, el PRD, algo que ya de hecho, la alianza, fue tan raro e imposible como pretender mezclar el agua con el aceite.
En el PRD los grupitos internos llamados tribus tienen al partido con pobres resultados y en problemas financieros, donde las minorías pretenden dividendos de los acuerdos internos como si fueran la mayoría, mientras que la facción dominante crece en voracidad y hasta la morralla le arrebata a los de menor representación.
Ahí el espejo en que se debe mirar el partido con más gubernaturas en el país.
