La iniciativa de reforma eléctrica propuesta por el presidente López Obrador está en boca de todos. Hay un estira y afloja que atiza aún más el fuego de la polarización que padece México.
Bondades y riesgos están en la balanza, al igual que los intereses de unos y otros, y en la encrucijada el PRI, quien de una u otra manera cargará con su voto la decisión final.
El gobierno vende su reforma como un mecanismo que ayudará a garantizar el suministro, evitar que las tarifas suban por encima de la inflación y que las grandes corporaciones paguen lo justo. Alega también que se mantendrá con la reforma la rectoría del Estado en materia eléctrica.
Quienes se oponen sostienen todo lo contrario, que entregar el mercado eléctrico a la CFE solo se traducirá en desabasto, carestía y pérdidas financieras, que le quitarán recursos al gobierno.
Hoy podemos estar seguros del sentido del voto de las bancadas de Morena y aliados (aunque el Verde no está aún amarrado), PAN, PRD y Movimiento Ciudadano, pero nadie hasta ahora está seguro de la posición que fijen los legisladores del tricolor ni si dirigencia logrará convencer a sus fracciones parlamentarias de irse por el voto corporativo, sea a favor o en contra.
Para que la controvertida iniciativa del Ejecutivo prospere requiere de 56 votos del PRI, lo cual se antoja por demás complicado si consideramos que algunos diputados han manifestado abiertamente su repudio a la propuesta eléctrica, que va en el sentido contrario a la reforma que, como partido en el poder, aprobaron en 2013.
Pese a todo, incluyendo la velada amenaza presidencial de exhibir a quienes voten en contra, creo que este nuevo intento de monopolizar la industria eléctrica volverá a fracasar y entonces sí que se cuiden aquellos priistas que tengan cola que les pisen, léase entre otros, Rubén Moreira, el mismísimo coordinador de los diputados del PRI.
A Moreira le urge despejar del horizonte una posible investigación por presuntamente haber dispuesto de recursos federales cuando fue gobernador de Coahuila.
Así que no es difícil suponer que hará todo lo que esté a su alcance por lograr el voto en bloque de su fracción en San Lázaro, que deje contento al presidente.
El escenario alterno es que se negocien modificaciones a la iniciativa que den motivos sólidos para apoyarla. Un ejemplo: concederle más juego a las empresas privadas para evitar demandas y arbitrajes millonarios contra México por eventuales reparaciones de daños de las empresas afectadas.
¿Cuántos priistas más estarán en el supuesto de negociar impunidad? Solo ellos lo sabrán. Lo cierto es que el PRI está en un momento decisivo, la encrucijada que amenaza inclusive su vida, su permanencia como partido, una decisión a favor de la iniciativa desataría una grave crisis interna, que podría terminar con lo poco que queda de esta fuerza política.
Ya veremos de qué está hecho el priismo, pero, sobre todo, qué tan independientes pueden ser quienes, limpios de conciencia, busquen ejercer su derecho al voto libre, independiente y razonado, en defensa de lo que consideren más conveniente para los mexicanos.
@ramirezpaco