Cultura

San Onofre, segunda parte

De un sólo trago, el jefe de máquinas del barco casi termina su taza de café. No quiere que el elixir se le enfríe por el gélido clima que hay al sur de las Islas Ikeq en Groenlandia, pues aunque el sol brilla y el mar está quieto, el frío no deja que las bebidas se conserven calientes por más de unos segundos.

Por su parte, el capitán del San Onofre observa tranquilo cómo su barco es remolcado por el carguero canadiense. El comandante está con el jefe de máquinas en la cubierta principal, y mientras toman café y un poco de sol, se alegran por la nave que los rescató y su tripulación, pues los canadienses también fueron salvados, en este caso de morir de hambre.

El maquinista se pone su gorro y se ajusta el abrigo, pues una inesperada brisa del norte hace que él frio arrecie. Al observar lo anterior, y con un gesto de preocupación, el capitán ingresa al puente de mando y ordena a sus subalternos estar preparados, pues él sabe que una nueva tormenta se aproxima.

Un par de horas después, un fuerte viento aviva las olas que violentas rompen a babor y estribor. Los barcos, amarrados entre sí y a marcha forzada, intentan sortear la marejada. El capitán del San Onofre sabe que de seguir unidos en el intento de remolque, ambas embarcaciones se hundirían sin remedio.

Ante el asombro y alivio de los canadienses, el capitán mexicano ordena cortar de tajo las amarras que unen a los barcos. La tarea es casi imposible, pues las olas pueden arrastrar a los marineros hacia el ajetreado océano que los tragaría de inmediato. Sin embargo, el heroico personal del San Onofre realiza su misión, y mientras los marineros intentan salir de cubierta y ponerse a salvo observan cómo se aleja el buque canadiense a toda velocidad.

El capitán del petrolero ordena encender las máquinas a toda marcha. Con el escaso combustible que les queda y a valientes golpes de timón sortea el gigantesco oleaje que se eleva infranqueable y mortal. Los motores consumen, en un par de horas, hasta la última gota del carburante hasta apagarse, y sólo la pericia del comandante de la nave impide que terminen en el fondo del mar ante la tempestad.

La tormenta ha pasado, pero el maltrecho San Onofre se encuentra nuevamente a la deriva. Sin embargo, esta vez el escenario es diferente ya que no tienen en reserva nada de combustible, ni siquiera para calentar sus comidas, además el frío que congela poco a poco cada una de las partes del barco hace que la situación se torne realmente peligrosa.

El capitán instruye, ante la falta de recursos para calentar la comida, el café y las calderas de calefacción, que se busque por todo el barco cualquier material inflamable que pueda servir de combustible. En el acto, los marineros destrozan todos los libreros y armarios de madera, además de otros utensilios que se encontraban a bordo. Sin embargo, sólo tienen material para calentar sus alimentos básicos para uno o dos días cuando mucho.... Continuará

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Oscar Riveroll
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Queda prohibida la reproducción total o parcial del contenido de esta página, mismo que es propiedad de Notivox DIARIO, S.A. DE C.V.; su reproducción no autorizada constituye una infracción y un delito de conformidad con las leyes aplicables.
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