Durante mi vida profesional dentro del ámbito del desarrollo rural y la conservación medioambiental, me tocó observar e interactuar con cientos de organizaciones campesinas y agrarias que se manifestaban en reclamo de algún derecho vulnerado o alguna situación particular. La mayoría de estas demostraciones eran de carácter local y a veces se expandían a lo regional; sólo en contadas ocasiones el asunto trascendía a nivel nacional.
Ya como cafetalero, el martes pasado, viví una de esas pocas manifestaciones a escala nacional. Los cafeticultores de la mayoría estados productores de café en México nos dimos cita en la ciudad de Xalapa, Veracruz. Sitio donde se formalizó el Frente Nacional en Defensa de la Cafeticultura Mexicana (FNDCM) con la principal exigencia de que el nuevo gobierno federal revise y en su caso se retracte de los tratados que hizo hace un mes con la empresa trasnacional Nestlé, en donde se pretende establecer una planta industrial para procesar miles de toneladas del aromático.
Nuestra preocupación se basa en que el de producto requerido por la trasnacional suiza, es el café de la especie robusta, especie de muy baja calidad y que requiere al cien por ciento de la luz solar. Situación que desplazará el cultivo de la especie arábiga y por lo tanto disminuirá la calidad de la taza y el ingreso de los campesinos mexicanos. Además de fomentar la deforestación de los bosques y las selvas donde crece la especie que hemos cultivado por más de un siglo.
Tal situación daría al traste con la estrategia que la cadena productiva del café ha implementado por más de quince años y la cual ha servido para sortear los exabruptos que la bolsa de valores nos impone a nivel internacional. Dicha estrategia consiste en incrementar la calidad en todos y cada uno de los procesos del grano, desde su cultivo hasta la extracción de la taza en cafeterías de especialidad, pasando por el beneficio, el secado, el tueste y el molido.
El esfuerzo y el sacrificio de los integrantes de la cadena productiva ha sido brutal, (Productores, trasportistas, tostadores y cafeterías de especialidad) y se nota con el aumento del consumo interno per cápita anual del aromático, que pasó de 0.5 kilos en el 2003 a 1.6 kilos en el 2018 con expectativas de incrementar un 8% para 2019. Lo anterior nos permitiría no depender de los bajos precios impuestos en Wall street.
Hay que ser claros, hasta hoy nada nos obliga a cambiar los cultivos ni a vender el producto al gran emporio europeo. Sin embargo, en gran medida la manifestación es porque en el pasado se han registrado presiones de todo tipo para que modifiquemos nuestra producción por la especie robusta, sin mucho éxito, por lo que ahora me gustaría ser optimista y pensar esta nueva cohesión nacional nos dará herramientas para incrementar nuestra calidad y llegar a tener el mejor café del mundo, pues las condiciones existen, son palpables y de eso, el gobierno debería de darse cuenta.
Contra la robusta
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Oscar Riveroll
Jalisco /