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La mirada homoerótica de Bustamante

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  • Omar Gómez

Jerez, Zacatecas, verano de 1940. Como todos los domingos, el joven cadete Arturo Ibarra tiene día franco. Casi siempre aprovecha su descanso para estar con la familia o visitar a la novia, pero en esta ocasión tiene planeado viajar a Fresnillo para hacerse unos retratos. No le importan las casi tres horas que dedicará al trayecto para arribar al pueblo devoto del Santo Niño de Atocha, pues en la región es bien sabido que en el estudio El Gran Lente es donde se producen las mejores fotos.

Afeitado, con el pelo recién cortado y con el nuevo uniforme que hace algunos días le entregaron en el cuartel militar, el gallardo muchacho de 20 años se dirige emocionado a la cita que tiene pactada con José Antonio Bustamante, el fotógrafo que en fechas recientes ha cobrado notoriedad “por dejar a todos muy guapos”.

Nacido en la capital del país en 1893, José Antonio Bustamante se inicia en la fotografía en 1918 en la ciudad de Aguascalientes, bajo la tutela del fotógrafo ambulante Ramón Guevara. Después de ejercer la profesión en ferias y festejos de diferentes estados del país, incluido Jalisco, establece el estudio El Gran Lente en la población de Fresnillo, Zacatecas, en 1928.

Durante casi 30 años, por dicho local transita la mayoría de los habitantes del municipio zacatecano y sus zonas circunvecinas con la intención de hacerse fotografías con diferentes propósitos y usos, ya sea como identificación, objeto decorativo o elemento afectivo para compartir e intercambiar con otros.

En ésta época realiza miles de retratos a personajes de todas las profesiones y estratos sociales. En lo que concierne a las instantáneas masculinas, posan para su lente marineros, militares, policías, cadetes, rancheros, atletas, mariachis, obreros, albañiles, mineros, hombres elegantes y algunos modernos muchachos.

Con su factura, al estilo de sus contemporáneos Herbert List, Konrad Helbig, Cecil Beaton o Carl Van Vechten, Bustamante dota a los modelos de una belleza ambigua en la que contrasta actitudes delicadas con elementos burdos o toscos. Los ángulos en que los muestra no siempre son frontales, pues también los retrata en tres cuartos y escorzos. Sus miradas nunca ven directo a la cámara, y en sus semblantes, cual efigies de la época romana, no se perciben sonrisas.

Un detalle que llama la atención es que José Antonio Bustamante no fue un fotógrafo homosexual, o al menos ésta información no figura en sus datos biográficos. Sin embargo, por la estética de sus retratos masculinos, en la que fusiona la sutileza y parafernalia de las fantasías homosexuales, bien podría ser considerado uno de los pioneros de la fotografía homoerótica en México.

Tras su ardua labor en el estado de Zacatecas, el capitalino regresa a su lugar de origen en 1955. Ahí continúa con las tareas de El Gran Lente hasta mediados de 1970. El temblor de 1985 descubre su trabajo en los escombros del edificio donde se ubicaba su estudio. Su archivo con cerca de 19 mil imágenes es rescatado y donado a la Fototeca del Instituto Nacional de Antropología e Historia donde en la actualidad se conserva. En 1999, casi en el anonimato, José Antonio Bustamante muere en Ciudad de México a la edad de 106 años.

RECUADRO

ECOS DEL PASADO

Con sus retratos, José Antonio Bustamante refleja los ecos del pasado, crea un sugerente influjo que traslada a épocas anteriores y situaciones distintas. Sus fotografías en blanco y negro generan nostalgia. Esas añejas y descoloridas imágenes, rígidas y acartonadas, permiten ver un fragmento del ayer congelado, y observar cómo eran las modas, costumbres y tradiciones del país en las primeras décadas del siglo XX. Su acervo puede ser consultado de forma gratuita en la Mediateca del Instituto Nacional de Antropología e Historia (INAH), plataforma nacional única e innovadora, inspirada en proyectos de preservación y divulgación más exitosos del mundo.

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Queda prohibida la reproducción total o parcial del contenido de esta página, mismo que es propiedad de Notivox DIARIO, S.A. DE C.V.; su reproducción no autorizada constituye una infracción y un delito de conformidad con las leyes aplicables.
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