En general podría decirse que para nadie medianamente enterado fue una sorpresa que Andrés Manuel López Obrador fuera nombrado —de manera formal— dirigente de su partido, el Movimiento de Regeneración Nacional; lo interesante es cómo fue electo y todo lo que ello implica.
Antes de abordar los significados que se traslucen a través de su nombramiento, hay que recapitular en la personalidad y trayectoria del dueño del rancho La Chingada y quien al parecer también es propietario de Morena y todos sus alrededores.
Los calificativos de populista, mesiánico, ignorante, mentiroso y destructivo han sido repetidos tantas veces en referencia a Andrés Manuel que simplemente han perdido todo efecto y, por el contrario, las ofensivas de sus adversarios han tenido una suerte de efecto refractario que lo protege de los ataques; pero no solo eso, han logrado una polarización tal que lo han colocado como un símbolo de la oposición al statu quo que mantiene en la pobreza y marginación a millones de mexicanos y que encarnó en su momento el panismo de Felipe Calderón y que hoy es representado por el priismo restaurado con Enrique Peña Nieto.
En ese contexto no es de extrañar que haya corrientes de la sociedad, la intelectualidad, los medios y hasta la academia que expresen simpatías por López Obrador, los cuales coinciden con grupos que simplemente responden sin sentido crítico a las consignas que lanza y que en medio de la desigualdad, corrupción e injusticia que vive México prenden como fuego en un pastizal seco, en mucho gracias a la carencia de ofertas viables para cambiar este estado de cosas de parte de las otras opciones políticas y de resultados concretos de los gobiernos en turno, los cuales tal parece que solo abonan el desencanto, agravio y malestar popular.
En este escenario, la irritación social hace que la visión de los justamente indignados por la corrupción, la injusticia y la pobreza se nuble a grado tal de no ver en Andrés Manuel López Obrador precisamente todo lo que rechazan de los viejos partidos y el actual gobierno, y de lo cual es muestra de manera clara su nombramiento como dirigente de Morena.
La designación AMLO como candidato único y por aclamación a la presidencia de Morena es una calca del priismo que combatieron las izquierdas y derechas progresistas décadas atrás y que tuvo como expresión más acabada la postulación y campaña de José López Portillo, beneficiario del dedazo de Luis Echeverría en 1976 y quien hiciera de su campaña electoral una gira triunfal al ser el candidato único a la Presidencia ese año y quien, por cierto, hundió a México en una de las más graves crisis económicas de su historia.
Eso es lo que representa López Obrador y sus maneras lo exhiben tal cual es.