El otro día conocí al bebé de una amiga, apenas con dos meses de nacido, llegó una persona y le preguntó cuántos meses tenía el bebé, a lo que ella contestó con una sonrisa “dos meses”… No pude evitar corregir a la mamá de la pequeña criatura y decirle: “bueno, en realidad tiene 11 meses, si tuviera dos meses sería del tamaño de una cereza”, en dónde por cierto, ya se han empezado a formar la médula espinal, el cerebro , el corazón, entre otros órganos vitales.
Los dos me voltearon a ver con extrañeza. En realidad, creo que nadie hace así las cuentas, o por lo menos no es la manera tradicional, por alguna razón la ciencia, o los usos y costumbres separaron los meses de gestación y el momento en que salimos del vientre de nuestra madre, pero yo no logro entender por qué separar la cuenta, si de todas maneras para llegar al mes 9 se necesita empezar por el día uno.
Escribo esto en esta semana de conmemoración del Día de la Mujer, por qué me resulta inentendible tener que ir al extremo en un tema tan delicado. Estoy de acuerdo en la despenalización; en no criminalizar a las mujeres que se han visto obligadas a realizarse un aborto, como dice el Papa Francisco: la mujer es la primera que sufre, porque aunque hubiera el deseo, la voluntad e incluso cayera en una de las figuras que le da legalidad al aborto, el procedimiento es una intervención en donde no solo se termina con la vida del bebé, también es invasivo y peligroso para la mujer que se lo realiza y queda no solo un daño físico, en la mayoría de los casos también moral.
Existen varios supuestos en donde la mujer legalmente puede someterse a un aborto: haber sido víctima de una violación, cuando corre riesgo su vida o si el bebé viene con algún problema grave de salud y nuevamente les reitero que solo estando en los zapatos de esas mujeres es que uno podría opinar, mucho menos juzgarlas porque eso a nadie nos corresponde.
Como dije, en estas circunstancias ellas son las principales víctimas; sin embargo, existen otros casos en donde no hay justificación alguna.
La política pública no debe ser facilitar los abortos, sino más bien de prevención, que las mujeres no se tengan que ver en una situación en donde tengan la disyuntiva si abortar o no, generar conciencia en que en la actualidad existen muchas formar de prevenir no solo los embarazos no deseados sino también de evitar el contagio por enfermedades de transmisión sexual que, por cierto, esas no se pueden abortar.
Escribo sobre este tema porque, si bien respeto muchísimo a todas las mujeres, respeto más la vida.