De las ocho reformas electorales efectivamente realizadas en 45 años, la pretendida novena, la de AMLO, parece, parece ya condenada al fracaso. O al menos ese es el propósito del verdadero levantamiento social que ha provocado una iniciativa presidencial, la más transgresora y retrógrada de que se tenga memoria, lanzada con un simple objetivo: retroceder al menos medio siglo hacia el total control de los procesos electorales por el Estado. Vamos, ni siquiera en la larga hegemonía priista en México, se habían sugerido acciones a tal punto absolutistas como para, bajo pretexto de fortalecer la democracia, atentar tan evidentemente contra ella. Hoy, fecha del cumpleaños presidencial, seguramente no será recordado el día precisamente por ello sino por una marcha que podría significar tanto como lo fue el movimiento del 68 contra la autocracia y el poder omnímodo del gobierno de la república. Después de estos cuatro años de decisiones unipersonales, del ejercicio público con errores profundos y quizá irreparables en cuanto a las necesidades fundamentales de la población, como la debida atención a la salud, la educación, la justicia, la infraestructura básica y sobre todo la seguridad, el “ya basta” vuelve a oírse y seguramente hará temblar por vez primera y en serio a un régimen que a estas alturas ya parece convencido que esta vez no se saldrá con la suya.
López Obrador tendrá una cosecha magra de su siembra de odios y antagonismos en que se solazó durante prácticamente toda la semana previa a la marcha de hoy. Sacó del baúl de los insultos al menos una veintena para proferirlos a diestra y siniestra, en contra de quienes de una manera u otra se manifestarán en la ciudad de México y en muchas partes del país y aunque ofreció “todas las facilidades” para ello, no reparó en expresar su enojo e ira por lo que considera, en su óptica, una especie de “rebelión” de sus detractores. Los ataques se hicieron generales, “clasistas” como indicó, pero también personales, incluso nuevamente contra el presidente de un INE que le permitió el voto libre que le llevó al poder y hasta contra el primer presidente del entonces IFE, José Woldenberg, a quien descalificó de entrada ya que éste ha sido claro en su postura de que lo que busca el presidente en su iniciativa es sencillamente “alinear” al órgano electoral a su voluntad.
Mucho se ha examinado ya la naturaleza y objetivos claros de la supuesta reforma y la falacia de su pretextada búsqueda de “democratizar” al INE con el voto directo de sus integrantes, a elegir de entre los ya pre-escogidos por los poderes federales (casi en todo cooptados por el presidente), así como el “ahorro” consecuente en el presupuesto. De suyo, en vía de una eventual aprobación a la supuesta reforma, como medida precautoria o represalia ya se le descontaron más de 4 mil millones de pesos al INE en el gasto público del año próximo.
Sin embargo, hay aspectos en los que no se ha observado lo suficiente lo dañino que pudiera ser el cambio de estructura y sus consecuencias en lo local. La “reforma” busca simplemente eliminar los organismos locales electorales (OPLES) y concentrarlo todo en la capital del país. El tamaño del disparate llega a lo inconcebible y de ello dio buena cuenta el Instituto Electoral y de Participación Electoral de Jalisco a través de su consejera presidenta, Paula Ramírez Höhm, quien puso en evidencia el hecho de que un INE centralizado no podrá materialmente hacerse cargo de lo que hacen 32 organismos locales y que el gasto requerido torna imposible cualquier tipo de “ahorro””. Pero lo más grave, según dijo, es la afectación al sistema político en las entidades y municipios. Por ejemplo, reducir el número de regidores en los ayuntamientos a uno solo por cada 60 mil habitantes, dejaría en Jalisco a 105 municipios gobernados por una sola persona. Lo absurdo va más allá, hasta acabar con los partidos locales, la representatividad popular genuina en las cámaras federales, la reducción en los congresos estatales, etcétera. En otras palabras, quedaría en entredicho la soberanía y autonomía de los estados y municipios de todo el país.
Claro que a López Obrador no le parecen la marcha ni las manifestaciones (las mismas que lo posicionaron hoy como un "luchador social”), en particular porque sabe que los insultos solamente sirven de acicate y que los ciudadanos están dispuestos a asumir estos retos. Ya no le temen. Y en lo más lógico, los legisladores de los partidos de oposición y algunos que hasta se encuentran en la esfera del morenismo, quizá tengan que abstenerse o pintar su raya, como ya lo está haciendo Ricardo Monreal. Es decir, el número de votos entre diputados y senadores podría ser más difícil de conseguir esta vez. El mismo presidente lo vaticinó a su manera, pero de hecho anticipó que no se contará con el PRI y, lo que no dijo, quizá tampoco con no pocos de sus propios aliados. Al INE, en efecto, no se le toca, por lo menos No hoy, pues no existen las condiciones para discutir de manera sensata sus mejoras, además para qué, si ha sido tarea de todos los mexicanos, sobre todo si garantiza y prueba que no volveremos jamás a poner el destino del país en un solo partido y menos en un solo hombre. Y, por cierto, hasta Palenque feliz cumpleaños.
Miguel Zárate Hernández
Twitter: @MiguelZarateH