Política

El trono y el poder

Vive México una transición transexenal, en el más completo sentido de la palabra. Es decir, no parece que se tengan previstos cambios importantes en el esquema ni mucho menos en las líneas de plan de nación que no sean las directamente referidas al actual presidente. ¿Bueno o malo? El tiempo lo dirá, aunque para nadie en plena conciencia de lo que sucede no es otra cosa que el continuismo de López Obrador y sus políticas de gobierno, incluso sus programas y proyectos, pasarán de una mano a otra sin que se avizore una identidad propia en lo que hará la Presidencia antes y después del 1 de octubre. Lo que no parece conveniente es que insista el vigente mandatario en hacer sentir que la primera presidenta que tendrá el país venga a cambiar las cosas, que imprima su sello o que, en palabras claras, se independice de manera que no se entienda que el gobierno de facto estará en Palenque. De ahí que Claudia Sheinbaum no haya entendido el mensaje en cuanto a que ya es tiempo de “pintar su raya”, que lejos de significar una actitud desleal a quien la propuso y puso en su exitosa ruta, ha de traducirse en que ya es hora que adopte su “estilo personal de gobernar”, si bien no con el trasfondo que decía Cosío Villegas, quien siempre rechazó la concentración del poder presidencial.

Las primeras designaciones para su gabinete han dado a Sheinbaum al menos un respiro a las inquietudes internas y también externas, en cuanto a que será AMLO el que ejerza el mando. Claro, hay algunas caras nuevas o que son de la confianza plena de la presidenta electa. Pero no todo parece igual. El caso de Raquel Buenrostro, en su momento una buena administradora del SAT y hoy una mediana titular de Economía, es relevante en cuanto a que no deja duda de su capacidad, pero también de su irrefutable cercanía al presidente. Para algunos, su nombramiento en la Función Pública, asoma más bien a un manto que de manera inteligente habrá de proteger, por si acaso, el sexenio obradorista. Y faltan los importantes titulares de Seguridad y de Defensa y Marina, el primero -posiblemente García Harfuch-, quien trabajaría de policía solitario, o general sin tropa ya que está más que consumado que la Guardia Nacional dependerá del control castrense y se enterrará a una policía federal civil. En cuanto a los militares, solamente cabe pensar en que sus altos mandos presentarán alternativas a Sheinbaum, cuidadosamente elegidas por ellos.

Empero, la situación del Poder Judicial sigue siendo la principal preocupación entre los que entienden la naturaleza de este sector. Poco a poco los mismos ministros de la Corte han ido cediendo espacio a la iniciativa de la elección popular en sus más importantes cargos y, de plano, la cuestión ha sido aprovechada sin recato alguno por Lenia Batres, quien no sabe nada de la materia, una improvisada en la delicada función, pero que parece haber sido llamada a dinamitar la autonomía de tal Poder. De la tantas veces mencionada como plagiaria servil a las causas presidenciales, Yasmín Esquivel, mejor ni hablar, aunque ya asomó las narices para pedir ¡la renuncia! de la presidenta Norma Piña, “por su falta de interlocución con los otros poderes”. El “lacayismo”, en efecto, no parece tener límites. Y en cuanto a las “consultas” armadas para legitimar lo que sucederá casi inexorablemente, o sea el Plan C, valdría tener presente lo sucedido en el foro efectuado aquí en una de las sedes universitarias, cuando el singular escenario sirvió a la excandidata morenista al gobierno estatal y retornada diputada Claudia Delgadillo, solamente sirvió para convertir en mitin una reunión que parecía seria y seguir la cantaleta del “fraude” sufrido en las elecciones pasadas. Inteligentemente, Clemente Castañeda, Laura Haro y otros, optaron por encontrar la salida del salón ante el fiasco en que se convirtió el famoso “diálogo”.

En el caso de Jalisco la transición ha sido efectuada muy distante y ajena a los descarados perfiles de la sucesión nacional. Afortunadamente. Falta tiempo para el relevo en el Palacio de Gobierno jalisciense, pero ya se ha iniciado un proceso adecuado para la entrega y recepción. Sin mayores connotaciones, Enrique Alfaro se ha reunido con Pablo Lemus y otros funcionarios vinculados, a efecto de que exista coordinación para que las acciones benéficas, como los programas de salud, por ejemplo, sigan en la mejor ruta posible. Lo mismo para conocer a fondo temas de infraestructura en distintos ramos y la atención preferente a aspectos de inversión, la preparación de un presupuesto que ahora enfrentará a una mayoría de opositores y cosas por el estilo. En suma, continuidad que no necesariamente implica continuismo.

La cuestión es simple, en Jalisco se da ejemplo de trabajo en común para que el trabajo siga adelante, sin arreglos ocultos, mientras que en la silla presidencial poco falta para saber de quién es el trono y de quién el poder, o que simplemente se verá, aunque parezca un lugar común, si a fin de cuentas habrá un poder tras el trono.


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Miguel Zárate Hernández
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