Política

Alianzas Electorales

Las alianzas, antes conocidas mejor como coaliciones electorales, parecen obligadas más por cuestiones de práctica política que por el deseo de hacer que partidos de distinta índole y con plataformas ideológicas incluso contradictorias, puedan caminar realmente juntos. Para los gobiernos siempre ha sido fácil echar mano de los “pequeños” para promover la idea de una supuesta pluralidad y la legitimidad de una elección, lo que se hace en México desde hace mucho tiempo. El mismo PRI en sus épocas de mayor hegemonía, sabía que tenía de su lado a los incondicionales de su época, como el Partido Popular Socialista y otros. En cambio, para el PAN la situación ha resultado mucho más compleja siempre, especialmente porque su bandera de lucha ha estado cifrada en una serie de principios y características propias que le heredaron sus forjadores, aunque, como todo, es sano que también se considere el cambio de los tiempos y la necesidad de aceptar la participación en común para determinadas conquistas electorales.

Este es el caso precisamente de lo que acontece y que ha llevado a convertir en hechos una regla que ahora proclaman organismos como “Sí por México”, pero que en realidad ha tenido vigencia e importancia muchas veces: sólo la suma de oposiciones es capaz de retar y ganar a los que se asumen como invencibles. Desde luego que tal idea, pragmática por donde se le quiera ver, era inimaginable en el pasado, especialmente para Accion Nacional. Si vivieran todavía algunos de sus grandes personajes, se escandalizarían de muchas cosas. De suyo, uno de ellos, el jalisciense Ramón Garcilita Partida, junto con algunos seguidores, llegó a separarse del blanquiazul luego de cuestiones como el otorgamiento de las llamadas prerrogativas y también de los cargos “de partido” que llamamos hoy “de representación proporcional”. Sin embargo, decíamos que los tiempos han cambiado y ahora la cuestión es que no hay aparentemente partido alguno que por sí solo pueda arrebatar el poder sin sumar otras voluntades.

El autoritarismo con el que se ha desempeñado el actual gobierno federal no da espacio para otra interpretación que la búsqueda en efecto del poder absoluto, el control total de la política nacional, el sometimiento de cualquier corriente opuesta a su autoproclamada transformación. Es un fenómeno sociopolítico que puede llevar, como en otros países, hacia nuevas “dictaduras perfectas”, parafraseando a Vargas Llosa. Y en junio de este año la lucha será sin tregua en un increíble número de frentes, en los que participarán casi 50 mil candidatos a los cargos públicos. Casi un ejército. Tan enorme cantidad refleja la importancia de lo que sucederá, en una jornada que muchos interpretan reducidamente como el “pro” y el “anti” de este gobierno.

El PAN forma por ello una alianza nacional en la que participan sus antiguas contrapartes, el PRI y el PRD, si bien hay que considerar que su convenio muestra algunos perfiles que denotan la importancia que debería darse al éxito de una coalición, de acuerdo con otros criterios regionales y locales. Por algo dicha alianza es parcial ya que, en casi la mitad de los distritos electorales federales, por ejemplo, rechazarían tal convivencia en las boletas y, entonces, quizá fuera más lo que se perdiera que lo pudiera ganarse. No es tema de mucha ciencia llegar a esa conclusión y de ahí que Acción Nacional hoy deba seguir esa misma norma para que en estados como Jalisco, las condiciones de la alianza pudieran ser diferentes. Esto es efectivamente lo que en resumen se concluyó durante una asamblea blanquiazul en la entidad, verificada apenas el sábado y en la que se aprobó a nivel estatal una alianza con cualquier organismo político excepto con el partido oficial. Y es que la aplicación de un criterio uniforme, en suma, podría atentar contra los resultados y hay analistas que llegan a la conclusión de que esto pudiera dar a Morena más escaños de los que tiene, lo que significaría un daño tal vez irreparable y por mucho tiempo a la pluralidad en México.

Entonces, realmente las alianzas como la establecida y pretendida por el PAN, no debe enderezarse desde el punto de vista de la polarización política ni del voto de simple rechazo sino, más bien, a enderezar el rumbo cuando está visto que hay mucho que no se ha logrado en este gobierno. Para el panismo jalisciense, la apuesta no consiste simplemente en cuestión electoral numérica, sino que va en el sentido de sumar y hacer alianza con modalidades diferentes, que pueda garantizar resultados positivos a la hora de gobernar, como por ejemplo a base de candidatos con perfiles ciudadanos y no solo partidistas. El Congreso, en esencia, es lo básico para mantener a raya la perspectiva de un régimen para que no nos retorne al autoritarismo o que éste empeore, pero también en los estados, los congresos locales y los municipios, se juega mucho para que, a fin de cuentas, prevalezca la democracia. No es pues una alianza de este tipo la versión de un nuevo “TUCOM”, hoy “todos unidos contra Morena”, sino la posibilidad de que haya equilibrio en los poderes, en los gobiernos y legislaturas estatales y en los municipios. Pero, para ello las dirigencias panistas nacionales deben asumir como responsabilidad aplicar aquellas lógicas y criterios locales para que la alianza sea más efectiva y no contraproducente.

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Miguel Zárate Hernández
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