En el gobierno de López Obrador se adelantó la temporada de ciclones. Casi apoltronado en su silla de poder, parecía bastar con decidir (si es que ya no lo había hecho) por cualquiera, sí, por cualquiera de sus alfiles preferidos -peyorativamente autodenominados por ellos mismos como corcholatas-para enseguida caminar en su caballo de hacienda hacia la continuidad de su llamada transformación. Y ándale, como sucede a los entrenadores de fútbol, que de repente les cambian la alineación contraria y toda la estrategia premeditada se derrumba. Así, en cuestión de días todo cambió, el presidente se desdibujó, lanzó toda clase de ataques a la virtual contrincante que, cuando mucho, se creía sería rival en la contienda por la capital del país. De tanto acosarla y vituperarla, surgió la fuerza actual de un prospecto verdaderamente competitivo que ha hecho palidecer las de por sí grises y monótonas giras de los aspirantes morenistas. Xóchitl, efectivamente, cimbró al gobierno y al partido del mandatario quien, ahora, sin duda replanteará todo lo habido ya que hasta a su preferida Sheinbaum se le apareció Juan Diego y ya no se le ve ni segura, ni convincente ni, mucho menos, tan firme como estaba en la ruta de la postulación.
Mal y de malas, López Obrador tuvo que aceptar un reto verdadero cuando sentía ya que todo estaba en la bolsa y que las campañas próximas y la sucesión misma prácticamente en la bolsa. Hace días había venido diciendo que sus “gargantas profundas” (léase sistemas de espionaje de SEDENA, SEMAR, FGR, Secretaría de Seguridad, etc.) le habían dicho con antelación quién sería “el” candidato de los opositores y ya cuando empezó a revelarse que no era “el” sino “la”, pues le fue fácil cambiar y decir que se trataba de la decisión de Claudio X. El desatino presidencial quedó en evidencia y en los días subsiguientes todo han sido descalificaciones y arranques de ira contra Gálvez. En otras palabras, tuvo que salir de zona de confort para ponerse a pensar, como “coach” general de su partido y equipo, si la narrativa de que habría presidenta por vez primera en México conviene ahora cuando esto puede recaer no en la originalmente predestinada sino, ¡horror para él!, en una aguerrida opositora.
Valgan estas consideraciones para resaltar la importancia de los pronunciamientos hechos por el gobernador de Jalisco, Enrique Alfaro, y que en su caso también vinieron a sacar de su habitual postura a su propio partido, Movimiento Ciudadano. El planteamiento por la inclusión de Xóchitl de una posible unión emecista, que vaya en el sentido de los aliancistas, desde luego, debe entenderse dentro de todo un contexto. No está aceptando de antemano el gobernador una posición de fusionarse propiamente con los demás partidos opositores. Sabemos que hay diferencias “irreconciliables”, sobre todo con el PRI, pero, por otro lado, nada más cierto que MC no saldrá a la arena mayor con posibilidades de un triunfo a escala nacional si pretende hacerlo en ese aislamiento que mencionó el gobernante jalisciense. La disyuntiva es solamente todos contra el mismo o no hay garantía de éxito seguro para ningún otro.
Además, Xóchitl es una figura política que entraña cualidades más allá de aquellos que, incluso con merecimientos y facultades, en estos momentos no presentan opción. Dentro de MC, hay que ver que el único que verdaderamente podría hacer buen papel es el propio Alfaro, lo vimos en campañas anteriores, pero el predominio de este partido aún se da en contados estados y algunos puntos y ciudades importantes. La política que enarbola el dirigente nacional de MC, Dante Delgado, y que secunda al menos Samuel García, en cuanto a que con el “PRIAN” ni a la esquina, podría ser contraproducente ya que sus votos útiles servirían para echar fuera a Morena del Palacio Nacional. Así son los números, no hay de otra.
Lo que esperaban no únicamente los opositores al régimen 4T sino gran parte de la población que pretende un nuevo cambio era que surgiera una vigorosa figura de liderazgo. El carisma salvador podría ser sin duda Xóchitl Gálvez y de ahí que los colores que la apoyarían no deben prevalecer en el criterio de decisión para su lanzamiento. En otras palabras, Alfaro puso dedo en la llaga al interior de su propio partido, los llamó a ser más conciliadores en el tema, por no decir simplemente más realistas. Y para que no se entiendan las cosas de otra manera, él puso ya su parte separándose de cualquier pretensión personal. Lo de las declaraciones previas del senador Clemente Castañeda no fue algo casual y tampoco personal. Es la posición del jefe de su línea política y ya lo dejó muy claro. Bueno para Jalisco porque aquí las turbulencias en la entidad serán de otro tipo, ojalá se llegue a un solo camino, además que siempre es plausible que un gobierno termine como debe ser su mandato. El MC nacional ha de reflexionar sobre ello o, en vez de crecer, cada vez se quedará más corto, más limitado. Incuestionable que Alfaro ha dado una muestra de plena madurez y a la vez dio un paso más hacia la consolidación de su movimiento en el estado.