A todas luces los planes, estrategias y acciones de los gobiernos mexicanos con el propósito de
reducir sensiblemente la inseguridad pública, no han dado resultado. Las mediciones, las
denuncias y los hechos violentos hoy son tan numerosos como abejas en un panal. Las
detenciones, los juicios y las sentencias a más de sufrir con una legislación positivista constituyen
un número muy alejado de ser acciones capaces de desalentar a los delincuentes.
Se han realizado estudios, análisis, evaluaciones de la situación y de los recursos para combatir la
delincuencia, tan numerosos como volúmenes contiene una biblioteca. Hay avances, sí. No
obstante, continua el crecimiento de los eventos inseguros y las tragedias tales como secuestros,
desapariciones y hallazgos en fosas. Tampoco cesan los “ajustes de cuenta” cuando los grupos
delincuenciales no se “tientan el alma” para atropellar a la población inocente.
Los hechos delictivos, lo que suponen y sus consecuencias, son hechos de una fuerte complejidad,
la cual, a más de comprenderla, nada fácil, por cierto, implica aceptar las dificultades prácticas de
cualquier acción dirigida a reducir la violencia pública y privada, esa que produce inseguridad
pública. El Estado aparece superado. Por tanto, es necesario comprender la implicación de
disponerse a un “combate al crimen” ahora, mañana y… en el largo plazo. Comprender ese plazo
no es obstáculo para evitar sentimientos y pensamientos si hoy, mañana y pasado mañana se
tienen noticias de hechos terribles cuyas consecuencias sufren las personas, las familias y el orden
público.
El Estado y el aparato de seguridad pública establecido por éste, sólo será creíble si se reducen los
hechos violentos, si se detiene a los responsables, se les denuncia y se les juzga. Nada fácil pues
esa tarea en muchas ocasiones, más de las conocidas, se involucra a órganos del Estado, o de los
gobiernos, se involucra a personas con puestos en oficinas gubernamentales o se relaciona con
grupos o comunidades con alto poder de negociación ante las decisiones de los gobiernos. Los
responsables de la seguridad se enfrentan en ciertos casos importantes ante algo parecido a un
crucigrama de múltiples dimensiones, opciones y posibilidades. Y con todo el Estado sólo tendrá la
fuerza necesaria si se gana con hechos el respaldo, incondicional, de la ciudadanía.