Al grito de “pagarás menos por la “luz” que consumes”, la propuesta de reforma de las leyes del sector eléctrico mexicano se ve cada día más respaldada por las mayorías. Diálogo callejero inventado: ¿Cómo sucederá ese milagro? No importa saberlo. El presidente ya lo dijo. ¿Sabes si además de la supuesta baja en el recibo de “luz” habrá algunas consecuencias no agradables? No importa. Si la “luz” será más barata yo apoyo al presidente. ¿Te acuerdas de la gasolina más barata? Sí me acuerdo del mentiroso de Peña. Todo subió. ¿No crees que pase lo mismo ahora con este gobierno? No compares. Este presidente sí está con el pueblo.
Nada puede asegurar una reforma eléctrica que haga posible abaratar la “luz”. Los años perdidos ante la necesaria modernización, los retos ante las amenazas en el largo plazo piden enfrentar las preguntas de mañana ahora mismo. La cantidad de variantes, en la realidad de los hechos, que tienen los modos de producir electricidad, más el previsible incremento de la necesidad de la disponibilidad de energía, pide un largo, pesado, penoso y pensado proceso de reforma. Para nada es cuestión de escribir otra ley. Es cuestión de reconocer errores, condiciones de colapso y necesidades del futuro. Cada día hace evidente las enormes modificaciones que ha de sufrir el sector eléctrico para lograr eficiencia. Los puntos problemáticos son del tamaño de las decisiones no tomadas en el pasado. Asegurar menor costo, con base en la eliminación de los productores eléctricos particulares no deja de ser propaganda.
El imperativo es utilizar energías “limpias”. Aquellas cuya producción y uso no genere sustancias que incrementan la “suciedad” de la atmosfera, la cual reacciona a tal suciedad y provoca fenómenos climáticos más agresivos cada vez, los cuales a su vez alteran las formas de vida humana y silvestre. Enfocar el fundamento de la reforma en “menos costo de la energía” esconde esos fenómenos climáticos, en parte porque son acumulativos y no se ven en el momento, se ven en los cambios de clima año a año, lenta y progresivamente, hasta que sea imposible frenarlos.
Sí, hace falta una reforma energética que conduzca a evitar inundaciones y viviendas destrozadas. Evite la contaminación y favorezca atmosfera limpia. Sobre todo, propicie la responsabilidad de cada mexicano en la producción y cuidado de la energía.
Miguel Bazdresch Parada