En Nuevo León, la violencia intrafamiliar ha sido un tema preocupante desde hace años, pero la pandemia lo agravó. Las cifras lo confirman: uno de cada tres delitos que se cometen en el estado, ocurren en los propios hogares.
Así de alarmante es la situación en el seno familiar y hasta ahora solo los colectivos feministas son los únicos que públicamente lo denuncian. Es reprochable que como sociedad nos mantengamos al margen en un asunto tan delicado y que afecta a miles de mujeres.
Las estadísticas no mienten, en la gran mayoría de los casos las agresiones provienen de los hombres en contra de sus parejas. En un porcentaje mínimo, aunque no por ello menos importante, las víctimas son los menores de edad.
Nuevo León es una entidad de avanzada en muchos rubros como el económico, lo cual debería llenarnos de orgullo. Sin embargo, en temas de violencia tenemos un grave retraso con respecto a otros estados del país y es motivo de vergüenza.
No podemos permitir que mientras aspiramos a ser una sociedad en desarrollo, en los hogares se cometan delitos de manera impune. Pero, ¿a quién podríamos responsabilizar de esta aberrante problemática?, ¿a los políticos, a los medios o a los gobiernos?
En lo personal, creo que todos tenemos una parte de culpa, porque hemos dejado de hacer nuestra parte. Cuando somos testigos de un hecho de violencia preferimos no denunciar, y con ello dejamos que el agresor se salga con la suya.
Los gobernantes tampoco generan las políticas públicas para atacar de raíz el fenómeno, y con ello se convierten en cómplices. Por su parte, los medios de comunicación en lugar de dar seguimiento a los casos de agresión intrafamiliar, a veces revictimizamos.
En conclusión, todos tenemos algo de responsabilidad en este asunto y se nos olvida que estamos obligados a ser parte de la solución, y no parte del problema.
Miguel Ángel Vargas
