Durante la campaña a gobernador (2015), el entonces candidato Jaime Rodríguez Calderón llamó drogadictos a unos menores de edad y prostituta a una niña, aunque luego se disculpó. Con eso, según él, quedó subsanada la ofensa.
Ya como titular del Ejecutivo se burló de una mujer que le pidió apoyo para comprar un aparato y le dijo que vendiera la cadena de oro que traía puesta. Debido a eso en las redes sociales lo llamaron #lordcadenita.
Como esas ocurrencias tuvo muchas en el sexenio, y de ellas dimos cuenta los medios de información, no se diga en las plataformas digitales donde lo criticaron por su desfachatez para decir tonterías sin que tuviera consecuencias.
Eran los momentos en los que el poder lo había enloquecido y se enfrentaba a empresarios y políticos que lo cuestionaban por el pésimo rumbo que llevaba Nuevo León, y del cual es totalmente responsable junto con sus colaboradores, ahora cómplices.
La vida, que es una “rueda de la fortuna”, lo tiene muy abajo y está implorando que lo dejen estar en un hospital para atender, según dicen sus abogados, enfermedades que lo tienen en riesgo de morir.
Víctor Oléa, abogado defensor de El Bronco, asegura que sus malestares son serios, ya que tiene diverticulitis y problemas en la columna vertebral, por lo que necesita atención médica.
Si durante seis años nunca fue capaz de generar empatía con los ciudadanos y hasta se mofaba de todo mundo, por qué ahora que el destino le cobra todas las que hizo está pidiendo compasión.
Jaime nunca pensó que iba a necesitar de la gente y de todos aquellos a los que menospreció, entonces ¿por qué razón habrían de tener un poco de piedad con él?
Ni siquiera se requiere hacer un análisis estadístico para conocer lo que los nuevoleoneses piensan al respecto. El señor es presunto responsable de un delito y como tal debe ser juzgado.
Así como fue capaz de ofender, calumniar y menospreciar a las personas cuando estuvo en la cumbre de su carrera, hoy debe tener la hombría y la dignidad para soportar los dolores lumbares o de estómago, si es que los tiene, porque todavía hay quienes piensan que solo se trata de una argucia legal de sus defensores.
Miguel Ángel Vargas