El asesinato del joven estudiante de la Universidad de Guanajuato, Ángel Yael, deja grandes lecciones que deben de tomar se en cuenta, pues ninguna vida que sea arrebatada de esta manera puede ser en vano.
Una de ellas que la solidaridad y el orden no están peleados con el derecho a manifestarse, que no se requiere vandalizar edificios, ni afectar a terceros en aras de la libertad de expresión o de hacer visible un problema o una inconformidad, en orden, y haciendo patente su enojo ayer miles de estudiantes de la UG acompañados por compañeros de otras instituciones de educación superior del país.
Entre ellas se incluyeron de Michoacán y Guadalajara, así como otros campus de la misma casa de estudios local que inundaron las calles de la capital y en una sola voz clamaron justicia lo cual ya representa una seria presión para las autoridades judiciales que llevan el caso, para que se lleve un proceso transparente y apegado a derecho.
Nos deja la lección, desafortunadamente reiterada la Guardia Nacional no es necesariamente esa policía civil que dicen ser, que la vía para preservar la seguridad ciudadana no son los elementos militares, pues o se les capacita como policías o se les capacita como fuerzas para defender la seguridad nacional, que nada tiene que ver con la seguridad pública, pues sus acciones ya le han costado la vida a varios inocentes.
También nos enseña la fragilidad del sistema de justicia, pues o el juez no fue capaz de dilucidar con sentido común las pruebas presentadas por el Ministerio Público en las que se señalan a un segundo elemento como agresor y que al final quedó en libertad (bajo investigación dicen) o el MP no hizo el trabajo como debiera y eso es causa de que una gran cantidad de delincuentes sigan en las calles cometiendo fechorías.
También nos deja de fondo la necesidad que tenemos los mexicanos de ser empáticos con el dolor ajeno, pues la demanda de justicia para Yael, debe extenderse también como sociedad a una demanda colectiva de un hasta aquí a la incapacidad del estado de pacificar al país ¿no que somos más los buenos?
Miguel Ángel Puértolas