La noticia nos dejó pasmados, por primera vez en la historia éramos testigos de una evidente fragilidad de las fuerzas de seguridad y de una decisión jamás vista en la historia, al menos tan evidente como la conocida orden directa del Ejecutivo Federal de liberar a un presunto delincuente para evitar un derramamiento de sangre. Tuve la oportunidad de platicar hace unos meses con uno de los agentes que intervino en la operación para la captura y me narró la impotencia y el coraje de haber recibido tal orden. La identidad del agente la omitiré por seguridad, pero fue claro al indicarme cómo se había desarrollado todo un operativo con información clara y precisa y obediente dada su instrucción militar tuvo junto con sus compañeros que dejar en libertad a uno de los líderes de uno de los cárteles más sanguinarios de la historia.
No me imagino la impotencia de este agente de ver que tenía entre sus manos la oportunidad que se hiciera justicia para cientos de personas, tal vez miles asesinados no necesariamente por el presunto capo, sino por la pléyade de de sicarios al servicio del grupo criminal que ha sembrado el terror en todo el país, y ese sentimiento de rabia que me mostró al decirme “lo teníamos” y nos ordenaron su libertad.
La rabia y el coraje lo compartieron no solo sus compañeros de unidad, sino miles de ciudadanos que reprobaron esa decisión dejando en claro que la autoridad en algunas zonas del país no pertenece al estado, que hay una corrupción enorme, a grado tal que algunos pueden ser intocables, ante la complacencia de las autoridades ahí sí competentes para realizar tal acción.
¿Y qué pasó? ¡nada! Pese a que evidentemente como menos se cometió un delito el de abuso de autoridad, pues el Código Penal Federal establece que lo comete quien incumpla con la obligación de impedir la ejecución de las conductas de privación de la libertad según el artículo 16 de ésta ley.
Se puede confiar en quien ordena liberar a un presunto narcotraficante so pretexto de “no derramar más sangre” me parece que no… ¿Usted lo haría?
Miguel Ángel Puértolas